sábado, 31 de diciembre de 2011

Nash versus Adam Smith

En el año 2004, y tras dos años de investigaciones full time, el otrora gurú de la city porteña Walter Graziano, influyente economista en la década de los '90 en Argentina, describió en su "Hitler ganó la guerra" una presunta manipulación en la formación académica de los economistas en todo el mundo, urdida en los más altos niveles del poder mundial, a los fines de favorecer la diseminación de las políticas económicas neoliberales y la globalización mal administrada que vemos hoy en día. Graziano ilustra una confabulación impresionante para dejar de lado un importante descubrimiento que hubiera cambiado radicalmente, desde hace ya más de cincuenta años, tanto la teoría económica, como la formación de los economistas profesionales, las políticas económicas de los gobiernos y la vida diaria de mucha gente. "Hitler ganó la guerra" muestra los resultados de una investigación que supo de antemano iba a generar un grado de estupor enorme entre muchas de las personas con las que ha estado rodeada durante toda su carrera profesional. Eso hace doblemente interesante leer los resultados de su investigación. John Nash, en 1994 obtuvo el Premio Nobel de Economía por sus descubrimientos acerca de la denominada "Teoría de los Juegos" en los que descubrió, literalmente, que A. Smith -el padre de la economía- no tenía razón cuando en 1776 en su obra "La Riqueza de las Naciones" esbozó su tesis principal -y base fundamental de toda la teoría económica moderna- de que el máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo, en forma egoísta, persigue su bienestar individual, y nada más que ello. El descubrimiento de Nash significa la demolición del individualismo y de la libre competencia como base central de la teoría económica. Nash y sus descubrimientos deberían haber demolido a Smith, y con él a gran parte del arsenal teórico que se enseña en las universidades y nos venimos a enterar 50 años después. Es necesario remarcar que Nash descubre que una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus individuos acciona a favor de su propio bienestar, pero sin perder de vista también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra cómo un comportamiento puramente individualista puede producir en una sociedad una especie de "ley de la selva" en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del que podrían. Con esta premisa, Nash profundiza los descubrimientos de la Teoría de los Juegos, descubierta en la década del '30 por Von Neumann y Morgestern, generando la posibilidad de mercados con múltiples niveles de equilibrio según la actitud que tengan los diferentes jugadores, según haya o no una autoridad externa al juego, según sea el juego cooperativo o no cooperativo entre los diferentes jugadores. De esta manera, Nash ayuda a generar todo un aparato teórico que describe la realidad en forma más acertada que la teoría económica clásica. A pesar de que se trata de un concepto muy básico, prácticamente nada de la Teoría de los Juegos se enseña a los economistas, casi nada hay escrito en otro idioma que no sea el inglés, y obviamente, lo escaso que se enseña en carreras de grado y postgrado se hace sin formular la aclaración previa de que al trabajar con la Teoría de Juegos se usa un herramental más sofisticado y aproximado a la realidad que con la teoría económica clásica. A punto tal llega esta distorsión que se silencia que la gran teoría de Smith queda en realidad anulada por la falsedad de su hipótesis basal, cosa demostrada por Nash. En la carreras de economía, tanto en universidades privadas como en las pública de todo el mundo, se sigue enseñando desde el primer día hasta el último que Smith no sólo es el padre de la economía, sino que además estaba en lo correcto con su hipótesis acerca del individualismo. Los argumentos que se utilizan para explicar que supuestamente tenía razón se basan generalmente en desarrollos teóricos anteriores al descubrimiento de Nash y en cierta evidencia empírica percibida no sin una alta dosis de arbitrariedad. Muchos de los profesores que día a día enseñan economía a sus alumnos ni siquiera han sido informados de que hace más de medio siglo alguien descubrió que el individualismo, lejos de conducir al mejor bienestar de una sociedad, puede producir un grado menor, y muchas veces muy apreciablemente menor, de bienestar general e individual que el que se podría conseguir por otros métodos de ayuda mutua. Los descubrimientos de Nash fueron efectuados a principios de los '50, y fueron hechos nada menos que en Princeton, no en algún lugar alejado lugar del planeta, sin conexiones académicas con el resto de los economistas. Por lo tanto, el descubrimiento de Nash acerca de la falsedad de la teoría de Smith debería haber puesto en estado de alerta y en emergencia a la comunidad de los economistas en el planeta entero. Ello, por supuesto, no ocurrió, en buena medida debido a que sólo un reducido núcleo de profesionales de la economía se enteró a inicio de los años '50 de la verdadera profundidad de los descubrimientos de Nash. Y calló, guardó silencio absoluto al respecto. Mientras los otros economistas además de carecer de información alguna en ese sentido, se les enseña enormes dosis de teorías y modelos económicos desarrollados en la década del '50, precisamente cuando ya esa incorrección era conocida por esos pequeños e influyentes núcleos académicos, los que no sólo continuaron entronizado la premisa básica del individualismo smithsoniano, sino que intentan universalizar para todo momento del tiempo y del espacio los desarrollos económicos clásicos y neoclásicos iniciados por el propio Smith. Según Graziano, adicionalmente se habría manipulado la enseñanza del teorema del "Second Best" y también nos venimos a enterar 50 años después. Graziano asocia esta presunta manipulación de los descubrimientos de Nash con otra similar teórica, más pequeña pero fundamental también dentro de la teoría económica, "El Teorema del Segundo Mejor" de Lipsey y Lancaster, que resumido enuncia que si una economía, debido a las restricciones propias que ocurren en el mundo real, no puede funcionar en el punto óptimo de plena libertad y competencia perfecta para todos sus actores, entonces no se sabe a priori qué nivel de regulaciones e intervenciones estatales necesitará ese país para funcionar correctamente. O sea, dice Graziano, que Lipsey y Lancaster descubrieron que es posible que un país funcione mejor con una mayor cantidad de restricciones e interferencias estatales, que sin ellas. El Teorema del Segundo Mejor apenas se explica a los economistas en universidades públicas y privadas. Aún cuando sus implicancias son enormes, generalmente se lo da por sabido en sólo una clase, en apenas una media hora, y se pasa a otro tema. Resulta casi una rareza exótica insertada en los programas de estudio. Si combináramos los descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster, lo que obtendríamos es que no puede establecerse a ciencia cierta, y de antemano, qué resulta mejor para un determinado país, sino que ello dependerá de una gran cantidad de variables. Por lo tanto, toda universalización de recomendaciones económicas es incorrecta. Según Graziano, se habría urdido toda esta manipulación para favorecer las teorías de Milton Friedman. Luego de más de una década de estudios, Friedman y sus seguidores llegan a la conclusión de que la actividad del Estado en la economía debe reducirse a una sola premisa básica: emitir dinero al mismo ritmo en que la economía está creciendo. Pero las teorías de Friedman, si bien nacieron en EE.UU., casi ni se tuvieron en cuenta en el mundo desarrollado para su aplicación práctica. Mientras los descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster permanecían ocultos para el gran público y apenas diseminados entre los propios profesionales en economía, teorías íntegramente basadas en los supuestos básicos de A. Smith, y que Nash demostró que se hallaban equivocadas, como la monetarista de Friedman, no sólo recibían una enorme difusión en los medios de comunicación, sino que además contaban con el beneplácito del establishment, y comenzaban a hacer estragos en países tomados como laboratorios, todo ellos a pesar de que al basarse íntegramente en los presupuestos de Smith, de antemano los principales académicos de EE.UU. no podían desconocer que se trataba de teorías económicas fundadas en supuestos incorrectos, por lo que sus chances iniciales de éxito eran casi nulas. Y también toda esta manipulación, según Graziano, habría estado al servicio de las teorías del "ingeniero" Robert Lucas. Pero falta comentar acerca de la hija directa de la Escuela Monetarista: la Escuela de las Expectativas Racionales y su desmesurada influencia en todo el mundo. Al respecto dice Graziano: La escuela de Expectativas Racionales reduce aún más el papel para el Estado de lo que ya había hecho la Escuela Monetarista. Un país, según Lucas, no debe hacer nada más allá de cerrar su presupuesto sin déficit. Si el desempleo es de dos dígitos, no debe hacer nada. Si la gente literalmente se muere de hambre, no debe hacer nada. Un buen ministro -para esa escuela- debe dejar en piloto automático a la economía de un país, y sólo debe preocuparse de que el gasto público esté íntegramente financiado con recaudación de impuestos. Esto es lo que hoy exactamente se esta haciendo en toda una Europa que se derrumba. Robert Lucas, de profesión ingeniero, también en la Universidad de Chicago, tras una década de abtrusos cálculos matemáticos, basados íntegramente en la hipótesis fundamental de Smith, llega a la conclusión de que cualquier país, en cualquier momento del tiempo, ni siquiera debe emitir dinero al mismo ritmo que crece. De esta manera, hasta la regla de oro de Friedman es abolida por esta escuela cuyo auge intelectual se ubicó en la década del '80. La hipótesis fundamental de Lucas es que el ser humano posee perfecta racionalidad y toma sus decisiones económicas sobre la base de ella. Esta hipótesis psicológica fue duramente criticada, pero Lucas y sus seguidores se escudaron en el razonamiento de que no hacía falta que cada uno de los operadores económicos fuera perfectamente racional, sino que sólo era necesario que el promedio de los operadores económicos se comportara con perfecta racionalidad para que sus teorías fueran válidas. Esto implica transformar la hipótesis psicológica de la perfecta racionalidad en una hipótesis sociológica: se supone que los desvíos en la racionalidad humana, en una sociedad, se compensan entre sí. Se trata como se ve, de un supuesto exótico, rarísimo, pero a la vez tan central en la teoría de Lucas, que si se cae, nada en ella permanece en pie. Para Lucas, todas las sociedades del mundo, en todo momento en el tiempo, toman sus decisiones económicas con perfecta racionalidad. Las decisiones de consumo, ahorro, inversión se hacen, según Lucas, sabiendo perfectamente bien qué es lo que el gobierno está haciendo en materia económica. Por lo tanto, para Lucas y su gente, cualquier iniciativa estatal para cambiar el rumbo natural con el que una economía se mueve no sólo es inútil, sino contraproducente. Es así que Lucas y su gente llegaron a la conclusión de que lo mejor que puede hacer todo gobierno del mundo en cualquier momento, en materia económica, es no realizar nada que no sea mantener el equilibrio fiscal. Es difícil entender cómo puede ser que estas ideas, extrañas por cierto, hayan acaparado la atención de economistas y de los medios de comunicación de la manera que lo hicieron. Si hubiera existido un contexto intelectual realmente independiente, habrían aparecido fuertes críticas a los supuestos psicológicos y sociológicos que el ingeniero Lucas introducía en sus teorías.

1 comentario:

Fercho dijo...

Esto es *demasiado* interesante... y es demasiado obvio que hay un monton de gente a la que le conviene toda la perorata de las expectativas racionales... no se si porque fueron formados de esa forma o porque efectivamente hay un lobby o grupo de gente que no quiere moverse y está muy comoda como está...

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