miércoles, 27 de julio de 2011

De la nueva fiebre del oro o de cómo Estados Unidos está quebrando

Desde noviembre del 2010 y hasta finales de junio el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el señor Bern Bernanke, lanzó una iniciativa financiera llamada “quantitative easing”, (respiro cuantitativo), en su segunda fase, QE2, con la finalidad de que el gobierno comprara alrededor de $600,000 millones de dólares de los bonos del tesoro (treasury bonds) emitidos precisamente por el mismísimo gobierno, los cuales representan millones de dólares regados por todo el mundo, es decir deuda.

Así, en promedio, se adquirieron $75,000 millones mensuales de dichos papeles bursátiles, todo para evitar un muy probable colapso de tales bonos, así como para evitar o aminorar otro nuevo, fuerte descalabro de la economía estadounidense, peor, incluso, del que ha estado sufriendo desde el 2008, como veremos.

El déficit fiscal federal estadounidense suma ya $1.6 billones de dólares y una manera de, digamos, “financiar” ese déficit (o más bien ocultarlo y tratar de prevenir el desastre que viene), ha sido a través de la venta de tales bonos del tesoro, desde hace muchos años (algo que normalmente hacen todos los gobiernos, pero que el de Estados Unidos, aprovechando su declinante dominio económico, en los años recientes, ha sobrevendido dichos bonos y ya ha sobrepasado su capacidad de pago, ya no digamos para recomprarlos, sino ni siquiera para pagar los intereses que devengan dichos bonos).

Obviamente que en esos viejos tiempos, con la entonces digamos que aceptable economía estadounidense (por lo menos, no tan deficitaria y débil, al borde del colapso, como lo es en la actualidad), era muy atractivo adquirir bonos del tesoro, pues se trataba de una muy sólida manera de asegurar una futura, cómoda y aceptable inversión, sobre todo en ese país, tan dado a la “fiebre inversionista”, en donde los ávidos inversionistas están siempre a la caza de las mejores “oportunidades” de invertir su dinero y sacar rápidas y muy buenas ganancias.

Sin embargo, las constantes crisis y recesiones económicas habidas desde entonces, especialmente la iniciada en el 2008 (que aún no concluye, y, al contrario, está empeorando), provocada por la burbuja inmobiliaria, han tenido el efecto de disminuir gradualmente el interés que han rendido tales bonos, que llegó a ser de un 7%, y que actualmente se ubica en un magro 3%, teniéndolos 10 años como mínimo (las tasas de interés bajan durante las crisis como una manera de alentar tanto el consumo, así como la inversión. Por ejemplo, otro país que no ha remontado la crisis económica que sufre desde mediados de los 90’s es Japón, provocada también por una burbuja inmobiliaria, el cual ahora, con el temblor, tiene muchos más graves problemas económicos. Desde hace muchos años, mantiene su tasa de interés cercana al 1%, pero ni así ha salido de la hecatombe financiera y económica).

Parecería absurdo que el propio gobierno se compre sus bonos del tesoro, pero eso es para, en primer lugar, no haber tenido que pagar los intereses prometidos, especialmente durante la “peor” fase de la crisis. En segundo lugar, es una manera artificial de elevar el atractivo que dichos bonos tengan entre los posibles compradores, que consideren que invertir su dinero en documentos fiscales tan aparentemente seguros, sigue siendo una “gran oportunidad”.

Sin embargo, como cada vez son menos atractivos o de plano ya no, por esa razón Bernanke se puso a comprarlos, a ver si la gente se anima. Sobre todo porque el 3% ofrecido a diez años de tenerlos, es, según los analistas, de reírse. Comparado tal rendimiento con la inflación promedio al consumidor, de 3.6%, o la de los fabricantes, de 7.2% (ésta, se pasa a los consumidores), no es negocio (además, con tantas especulativas inversiones privadas, que pueden ofrecer intereses muchas veces superiores y en menor plazo, y que a pesar de la crisis siguen existiendo, ¡pues menos!).

Pero esos bonos tan masivamente comprados, ahora, de nueva cuenta, requieren venderse, con tal de que el gobierno pueda financiar su déficit fiscal (esto, en pocas palabras, significa que el gobierno de Estados Unidos está gastando más de lo que puede pagar).

El problema que tiene Bernanke es que sus tradicionales compradores, que eran China y Japón, fuertes tenedores en el pasado de los bonos del tesoro, ahora ya no están dispuestos a seguir cargando con el déficit fiscal del gobierno de Estados Unidos, sobre todo, en vista de que no tiene caso meter más dinero bueno al malo, como se dice, pues es claro que Estados Unidos no tiene ya capacidad de pago, está quebrado (Estados Unidos está actuando como un banco sin fondos o una empresa en bancarrota, que pueden seguir emitiendo y vendiendo sus acciones, prometiendo altos intereses, sólo para pagar sus deudas con el dinero obtenido, pero si en determinado momento los tenedores de dichas acciones solicitan su dinero, más los intereses prometidos, entonces el engaño se cae, junto con la empresa generadora del fraude). De hecho, China se ha desecho de más del 8% de los bonos del tesoro estadounidenses que tenía, como medida de precaución por lo que pueda venir. Japón no lo ha hecho, pero ahora con sus incrementados problemas económicos, sobre todo por el terremoto (que le va a costar unos $300,000 millones de dólares en gastos de reconstrucción y unos diez años), mucho menos podrá comprar más de esos bonos (que ya casi son chatarra, según señalan algunos analistas).

Así que al prácticamente no haber compradores, el déficit de Estados Unidos no podrá aliviarse y se avizora lo que se ha dado en llamar en la jerga de Wall Street un “colapso del mercado de los bonos” (bond market crash), que algunos ubican tan cercano como este próximo diciembre. Eso, señalan en Wall Street, será el comienzo de la cuenta regresiva para que los problemas económicos generados por la actual crisis empeoren aún más y generen más graves complicaciones, entre otras una inflación sin precedentes en la historia de Estados Unidos.

Estados Unidos está en las primeras fases de una crisis que sacudirá sus fundamentos esenciales. El colapso económico estadounidense comenzó a generarse desde el 2008, cuando el gobierno decidió “resolver” la crisis de enorme deuda y déficit fiscal, simplemente imprimiendo billones de dólares, sin un apoyo económico real. Para que se comprenda mejor esta parte, supongamos que lo que un gobierno vale, sus activos, digamos, son cien millones de dólares.

En teoría, sólo puede haber circulante, o sea, papel moneda, en un monto similar, es decir, esos cien millones de dólares, con tal de que exista un equilibrio financiero. Esto es lo mismo a que si se tratase de un trabajador que sólo gastara lo que realmente tuviera de dinero. Pero si en cierto momento, ese gobierno gasta cada vez más y más, su momentánea ventaja es que puede imprimir dinero, a diferencia del trabajador, que no puede hacerlo. Y si el gobierno cada vez aumenta la impresión de dinero, llegará el momento en que éste sea tanto, que el valor nominal de cada billete no corresponda con su valor real. Siguiendo con el ejemplo dado, si el gobierno imprime 200 millones de dólares, cada billete de a cien dólares, en realidad valdrá cincuenta. Si el gobierno imprime 400 millones, cada billete de a cien, valdrá ahora 25… y así por el estilo.

Como cada vez el dinero valdrá menos, todo lo que se deba de comprar costará más caro (la gente seguirá ganando lo mismo) y eso comenzará a incrementar los índices inflacionarios más y más… hasta llegar a procesos de incrementos de precios tan fuertes, como los que caracterizaron a muchas economías latinoamericanas en los 80’s.

Un Apocalipsis estadounidense se aproxima. Desmedido gasto gubernamental, deudas enormes, descontrolada impresión de dinero, inimaginable cobardía política, están por perpetrar un enorme impacto en los ciudadanos estadounidenses. Ahora que esas enormes deudas están comenzando a implosionarse, y que el dólar está devaluándose en todo el mundo, el estilo de vida estadounidense cambiará radicalmente. Millones de estadounidenses están por perder su ingreso, sus ahorros, su poder adquisitivo y sus casas (ya de por sí muchos perdieron sus casas con el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, el origen de la actual crisis o hasta sus fondos de pensiones, por los desfalcos financieros).

Y en efecto, muchos ciudadanos de ese país comienzan ya a sentir los efectos devastadores que la crisis provocó, agravados por la manera tan elitista en que Obama trató de “resolverla”, rescatando sólo a los bancos: han perdido cientos de miles sus trabajos, sus casas, sus fondos de pensión, sus ahorros… el tan presumido “american way of life” es cosa del pasado, algo que en la actualidad no es ni remotamente vigente para las grandes mayorías.

Aun así, hasta de crisis como la actual, hay pequeños grupos que le sacan jugo a todo y sólo ven la oportunidad de hacer más dinero y enriquecerse.

Como es un hecho que el dólar como divisa de pago y de ahorro está dejando de serlo, esos especuladores, sectores pertenecientes a las elites de Wall Street, ahora aplican sus esperanzas de enriquecimiento en los metales preciosos, en particular el oro.

Y esta fiebre por proteger las fortunas comprando oro, en todas sus formas, es algo que nos está llevando a los tiempos antiguos, cuando el atesoramiento se hacía almacenando oro o plata.
El problema es que la presente crisis no se está resolviendo, sino, al contrario, tiende a profundizarse, con eventos como el enorme déficit y endeudamiento fiscal estadounidense. Hablando de su deuda, tanto pública, como privada, asciende a $14,850,000 dólares, o sea, casi el 95% de su PIB, lo que muestra que Estados Unidos está endeudado hasta los dientes, como se dice, y eso lo ha logrado, hasta ahora, por el reconocimiento de divisa fuerte que tenía el dólar.

De eso se ha valido el gobierno de aquel país para seguir imprimiendo dólares sin un verdadero respaldo, apoyando sobre los hombros del resto del mundo su colapso financiero y económico, vendiendo, además, los mencionados bonos del tesoro, que también han contribuido a solventar su parasitismo. Otro factor en contra de Estados Unidos es que se ha ido desindustrializando. Por ejemplo, en 1953, poco más del 28% de las actividades se concentraban en el sector manufacturero, y actualmente sólo un 11.7% tienen que ver con dicho sector. Las corporaciones han preferido irse a lugares con materias primas y mano de obra más barata, como China. Por tanto al vender mucho menos de lo que exporta, no existe, en realidad, una base sólida para dicho intercambio comercial.

Pero es en medio de la crisis que se está viendo la debilidad estructural de la antes “sólida economía estadounidense”, y en todo el mundo o se están deshaciendo de sus bonos del tesoro basura o ya no se está aceptando al dólar como medio de pago.

Y la única “esperanza” que Estados Unidos tiene en estos momentos de evitar la brutal recaída está en el famoso debate sobre su “techo de endeudamiento”, es decir, que se le permita endeudarse al gobierno de Obama con dos billones de dólares más ($2,000,000,000,000) para que se tenga un presupuesto para el año entrante “adecuado”. Ese dinero representa casi 14% de su deuda actual, que, como ya dije, es de casi $14.9 billones de dólares, 95% del PIB del presente año. Así, de darse ese endeudamiento extra, Estados Unidos estaría entrando al reino en donde las deuda de un país, supera su capacidad económica de un año, como en el caso de Grecia.

Y si se le concede ese “techo de endeudamiento”, eso no quiere decir que los problemas económicos de Estados Unidos – o del mundo entero – ya estén resueltos, no, sino que ese dinero sólo servirá para solventar deudas, no para impulsar un crecimiento económico real. Esto equivale a que un trabajador sumamente endeudado pidiera prestado no para seguir viviendo y haciendo mejoras para su familia o su hogar, sino simplemente para pagar sus deudas. Y si no se le concede el endeudamiento, según los analistas, lo peor del recrudecimiento de la crisis estallaría inmediatamente. Es decir, si los ambiciosos y voraces barones del dinero le conceden más créditos a Estados Unidos, la recaída de la crisis se retardará por unos meses más, pero de todos modos aquélla no podrá evitarse, la que será mucho peor de lo que se ha vivido en los pasados tres años.

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