Algo raro esta pasando. Mientras los bobos en Argentina hacen presión sobre el dólar porque lo usan acomo “refugio”, en EEUU aumenta la gente que le escapa e imprime su propia moneda, convencida de que es mejor que el billete verde. Bien porque -desempleo mediante- ese preciado papel se les hace esquivo, bien porque, aun teniéndolo, desconfían de él. El fenómeno es un síntoma de la desconfianza popular que existe hacia el dólar y un indicador de la persistencia de graves problemas en la economía “líder” en Occidente. Estas monedas locales, fiel al espiritu yanqui, son producto de la iniciativa privada, que apela a ellas como mecanismo de defensa frente a un escenario económico adverso. Se estima que en Estados Unidos hay cerca de una docena de monedas regionales. La mayoría, nacida hace pocos años, al compás de la gestión y del estallido de la peor crisis financiera de las últimas ocho décadas. Entre los casos más conocidos figura el berkshare, una moneda local del pequeño condado de Berkshire, en Massachusetts, que tiene papeles impresos por valor de un total de dos millones y medio de dólares y circula en un millar de negocios locales. Se cambia en una decena de bancos regionales con un beneficio del 5% para quien adquiera los papeles de berkshare que, por cierto, son producidos por una imprenta local que tiene entre sus blasones ser contratista de la Reserva Federal. Se presenta en billetes de 1, 5, 10, 20 y 50 dólares, y lo malo es que no tiene monedas, de modo que el "redondeo" es una amenaza para quien opere con ella. También son populares los ithaca hours, la "cuasimoneda" que -paradójicamente- nació cerca de Wall Street y que hoy prefieren cientos de neoyorquinos para atender sus gastos cotidianos. O los Detroit cheers, fruto de la iniciativa de ciudadanos del conglomerado automotor por excelencia. Y, como tal, castigado por el desempleo industrial. Junto con ellos van los plenties, de Carolina del Norte, papel que, en su impresión, reemplazó el popular In God we trust ("En Dios confiamos") de los dólares, por una leyenda mucho más concreta y próxima: In each other we trust ( "Confiamos el uno en el otro" ), idea que es, después de todo, la esencia de la economía regional que esas monedas expresan. En realidad, en plena crisis económica, lo que parte de esas monedas expresan es un deseo de "compre local", ese deseo que a los liberales argentinos les da nauseas. "Lo bueno que el plenty tiene para nosotros es que no lo puedes gastar en China. Sólo vale aquí, en pequeñas localidades de Carolina del Norte. Y en la medida en que ese dinero se quede aquí y circule por aquí, mejor hará a nuestros negocios", dice una tal Lyle Ellis, empresaria y defensora de la moneda local. La impresión de moneda regional es legal en Estados Unidos, donde el delito sería imprimir dólares, más allá, naturalmente, del desagrado que este fenómeno -aun con su escala- pueda ocasionar en la Reserva Federal cuyo titular, Ben Bernanke, intenta promover en los norteamericanos el ahorro en dólares. "Si yo gasto en plenties, puedo estar tranquila de que mi dinero no irá a parar al bolsillo de ningún ejecutivo de Wall Street, beneficiado con otro bonus de regalo del gobierno federal", añadió Ellis, criticando a los supersueldos que el gobierno de Barack Obama liberó para los ejecutivos, que provocaron la peor crisis en décadas. Susan Witt, una de las creadoras de la cuasimoneda de Massachusetts, dice estar recibiendo llamadas desde todo el territorio de Estados Unidos, con personas que preguntan lo mismo: cómo emitir su propia moneda en su localidad. Si se le da por atenderlos a todos, Bernanke esta en problemas.
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