sábado, 13 de febrero de 2010

El gran deudor al que todavía se sigue apostando

Durante décadas –con conmoción política y guerras y periodos de déficit o inflación salvajes- la deuda de EEUU siempre tuvo calificación AAA, el patrón oro de la solvencia crediticia por el cual se conoce a todos los países. Esto fue así hasta que Obama publicó recientemente su presupuesto, con sus proyecciones de grandes déficits estadounidenses durante la próxima década y más. Por asombroso que parezca siguió siendo así luego de publicadas dichas estimaciones. Por supuesto si esos rojos lo hubiera presentado cualquier otro país nadie le prestaría un centavo más. Lo más cercano a una advertencia que recibió Washington fue de Moody´s, un servicio de inversiones que califica la deuda soberana de los países, quien dijo que sin una acción para reducir el déficit las proyecciones para la década incidirán en la calificación triple A de los bonos públicos. Nadie pestañeó, ni el Congreso, ni la Casa Blanca, ni los inversores en el mundo que ¡¡¡continúan comprando bonos del Tesoro para financiar el déficit de este año de 1,6 billón de dólares, a tasas de interés bajas!!!. ¿Cómo se explica esta rareza? ¿Por qué el mundo apuesta a que EEUU superará el atolladero político en que se encuentra y resolverá sus problemas? ¿Cuánto puede durar este halo de invulnerabilidad? Una de las muchas cosas que hacen diferente a EEUU es que emite la moneda mas importante del mundo y siempre puede emitir más, razón por la cual los que invierten en deuda publica tienen confianza en que cobrarán aunque sea en dólares devaluados por la inflación o por tipos de cambio cambiantes. También tiene su valor el hecho de ser el pais con mas poder para hacer daño desde el punto de vista militar. Esto contribuye a explicar por que los inversores extranjeros, incluidos China, pueden denunciar a políticos estadounidenses y a banqueros de Wall Street por crear el desorden actual y no obstante seguir comprando en la siguiente subasta del Tesoro. Esta paradoja de la excepcionalidad estadounidense se vio de una manera inusualmente clara en estos últimos tiempos. Cuando la bolsa tembló debido a las preocupaciones relativas a eventuales impagos nacionales, lo que hizo hablar a todos no fue la montaña de deuda de Washington, el ilíquido matón del mundo. Fue las difíciles situaciones de un puñado de gastadores disolutos en Europa –Grecia, España, Portugal- cuyos montículos comparativos de deuda los transformaron de golpe en riesgos crediticios dudosos.

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