miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Cómo atacan los especuladores?

El Chicago Mercantile Exchange (MERC) nació en 1898 como un mercado de futuros ligado a producciones agrarias. Con ello, formalizando contratos anticipados y cerrando precios a un plazo determinado, los productores se protegían de las malas cosechas y de los vaivenes del mercado y algunos inversores asumían riesgos pero con perspectivas de altas ganancias si sus apuestas sobre el precio del trigo u otros productos resultaban acertadas. El inversor le garantizaba un precio a largo plazo al agricultor partiendo de la premisa de que, según sus estimaciones, la cotización sería aún más alta de lo pactado. El campesino se eximía de riesgos y el especulador se apuntaba el beneficio (o la pérdida) de la apuesta. En 1972 el MERC impulsó, a semejanza de este mecanismo, el primer mercado de futuros sobre divisas -el International Monetary Market (IMM)- aprovechando que en 1971 Richard Nixon había suprimido el tipo fijo de cambios: el patrón-oro. Una vez que las monedas comenzaron a flotar libremente y que su cotización quedó al albur del mercado, era factible crear un mercado donde cotizasen las divisas, al igual que otros instrumentos financieros. Uno de esos instrumentos financieros son los CDS: los crédit default swap, unos seguros que protegen al inversor de un posible impago de deuda. Se trata de un producto financiero derivado que permite cubrirse de las contingencias. Se hace una inversión y se blinda con un CDS previo pago de una prima. Si la inversión resulta fallida y se produce un impago el CDS cubre la pérdida. En caso contrario, el emisor del CDS gana la prima. Pero este producto de ingeniería financiera, que nació para dar estabilidad y seguridad al mercado como herramienta de cobertura de riesgos sobre deuda emitida por empresas y Estados, ha pasado a convertirse en un factor susceptible a su vez de fuerte especulación y en uno de los instrumentos más utilizados para ganar dinero en tiempos de desconfianza generalizada, como ocurre ahora, cuando todos los países han visto acrecentarse sus déficit públicos y la deuda soberana de los Estado tiende al alza por las políticas de estímulo aplicadas contra la recesión. Y más cuando varios países han entrado en suspensión de pagos (Dubai) o en riesgo de hacerlo (Grecia). El mecanismo no es muy distinto al de las apuestas bajistas sobre acciones de empresas. En este caso, a cambio de una compensación económica al titular, se toman en préstamos títulos con el compromiso de devolverlos en un plazo convenido. El especulador vende esas acciones de inmediato en el mercado a su cotización vigente, convencido de que van a bajar de precio y de que podrá recomprarlas a menor coste para devolvérselas en la fecha pactada a quien se las prestó. Otra modalidad más osada consiste en hacer esa misma operación en descubierto, es decir, sin ni tan siquiera haber tomado acciones en préstamo. Con los CDS se puede hacer algo análogo. Porque todo aquello que cotiza también es susceptible de que sea objeto de especulación, es decir, de la búsqueda de beneficios aprovechando las variaciones de los precios o de los cambios. Se pueden contratar CDS sin ni tan siquiera tener un bono o título de deuda que asegurar. Es decir, sin haber asumido el riesgo de la inversión que cubre el seguro contratado. Se adquieren CDS sobre deuda pública emitida en euros -deuda española, por ejemplo-, en la creencia de que la prima de riesgo va a subir y que el valor de esos CDS se acrecentarán. Si eso ocurre, el titular del CDS gana mucho dinero; en caso contrario, pierde lo que le haya costado el CDS. En las últimas semanas quienes hicieron estas apuestas anticipadoras sobre la deuda española ganaron mucho dinero. Cuando, por mera suspicacia, el nerviosismo suscitado por Grecia se propagó a otras economías mediterráneas -como España y Portugal-, los valores de los CDS sobre deuda española a cinco años triplicaron su valor. La especulación no es inocua porque cuando se produce una fortísima concentración de apuestas a la baja sobre un valor, lo habitual es que el valor se deprecie, aun cuando no haya causas objetivas para ello. Es lo que los economistas denominan las profecías autocumplidas. Imponer tendencias y percepciones en el mercado sobre el riesgo de insolvencia de un país es mucho más fácil con los CDS porque su cotización se puede mover con mucho menos dinero que si esa presión se ejerce directamente sobre la deuda pública de esa nación. Por eso se dice que los CDS, que nacieron como un seguro frente a un riesgo de impago, se han acabado convirtiendo en un factor desestabilizador de la confianza. El pirata estadounidense Warren Buffet los denominó "armas de destrucción masiva". El efecto inducido por los especuladores cuando hacen apuestas bajistas sobre un activo y generan corrientes vendedoras poco reflexivas en el común de los inversores, se produce por un efecto manada que está siempre presente en los mercados. Igual que las gacelas salen huyendo cuando lo hace el macho de la manada, sin que ninguna se pare a verificar si existe o no el peligro que las pone en fuga, los ahorradores también toman posiciones en masa o desinvierten de forma apresurada en acciones, monedas o bonos cuando detectan fuertes movimientos de dinero en uno u otro sentido. Se parte de la creencia intuitiva -y muchas veces errónea- de que quienes marcan tendencia lo hacen con información privilegiada, pero con la certeza de que, dispongan o no de ella, cuando los mercados castigan un valor -con motivo o sin él-, el valor cae. Por eso se dice que los mercados siempre sobrerreaccionan (al alza o a la baja) y que si la desconfianza inicial es racional, el pánico que se acaba generando puede ser irracional. Por esta causa, y porque pueden ganar mucho dinero, los especuladores suele tener muy mala fama. Especular es barajar probabilidades y tomar decisiones en virtud de escenarios previsibles pero hipotéticos, tomando decisiones anticipadoras de escenarios futuros, en la creencia de que hacerlo reportará un beneficio elevado operando con las variaciones de los precios, las cotizaciones y los cambios. Pero, como toda decisión fundamentada en expectativas -cumplibles, pero también frustrables- el riesgo es muy alto. Porque no se juega en el ámbito de la certeza sino de la incertidumbre. Y si esto es así casi siempre, en la especulación esa relación se agiganta y el foso entre la seguridad y la inseguridad de que algo ocurrirá se agranda extraordinariamente. Lo que hace atractivo asumir riesgo es la expectativa de una alta rentabilidad potencial si la apuesta es ganadora. En economía la rentabilidad siempre es proporcional al riesgo asumido. Los ataques especulativos pretenden obtener un beneficio propio aunque sea generando destrozos a terceros. El móvil de los especuladores, es maximizar beneficios en cualquier oportunidad sin reparar en el efecto que puedan provocar en otros. Y en ello no ven reparo porque parten de de la premisa de que la economía se mueve por el espíritu egoísta de lucro y porque es habitual que cuando alguien gana, haya otro que pierde. Por lo tanto, cuando las corrientes especuladoras atacan al euro o a la deuda española es porque alguien ha visto en ello una posibilidad de ganancia. Los especuladores atacan siempre (a empresas, a bonos, a países o a monedas) por sus puntos débiles. Son como escualos olfateando la sangre para atacar allí donde está la herida. Se comportan como depredadores cebándose con los que aparentan ser más débiles o tener menores posibilidades de supervivencia. Y hay quienes ven en ello el beneficio de lo que Schumpeter denominaba la "destrucción creadora", que atribuye a la necesidad de que unos se arruinen y otros progresen el estímulo para que la economía avance y mejore por el mismo principio darwinista de la selección de las especies. La especulación surge cuando alguien detecta que un valor bursátil, una moneda o un determinado activo financiero tiene debilidades intrínsecas que, a su juicio, forzarán a su caída o su depreciación. El Sistema Monetario Europeo (SME) ya lo sufrió en 1992, antes de que el euro sustituyera a las monedas nacionales. Las dificultades en la aplicación del Tratado de Maastricht abrió fisuras en la confianza de la futura moneda. El ataque masivo al sistema de cambios entre las divisas partícipes del euro -sujetas a una banda de fluctuación- forzó la salida de la lira y de la libra del SME y la devaluación de la peseta. George Soros ganó 1.000 millones de dólares en su apuesta contra la libra. Ahora la debilidad del euro detectada por los mercados dimana de las dificultades de alguno de sus miembros, sobre todo de Grecia. Su fortísimo endeudamiento, la alteración fraudulenta de sus estadísticas -que ha suscitado el miedo de los inversores- y el riesgo de impago de su deuda colocó al euro bajo sospecha, sobre todo porque es una moneda con una vulnerabilidad congénita: se sustenta sobre una asimetría, de forma que mientras los países tienen de una política monetaria común, no están sujetos a una misma política fiscal más allá de determinados compromisos de no superar ciertos niveles de deuda y déficit. 

Fuente

No hay comentarios.:

Entradas Relacionadas

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...