viernes, 30 de enero de 2009

Keynes, Keynes, Keynes

Durante la Gran Depresión, se produjo una crisis brutal en la que la mano invisible del mercado no apareció a corregir el desajuste. Fue entonces que Keynes propuso que la mano visible del Gobierno sustituya al sector privado y tirara de la demanda para que la economía no siguiera cayendo en una espiral de contracción y desempleo. Ahora, hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), el baluarte de la austeridad presupuestaria, mantiene que es necesario un estímulo fiscal a nivel mundial de más de un billón de dólares. Para el FMI, la nueva postura es en realidad una vuelta a los orígenes, pues la entidad fue cofundada por Keynes en 1944. Un busto suyo adorna la sala de reuniones de su Consejo Ejecutivo, el cual posiblemente cerró los ojos en las últimas décadas cuando ese órgano exigió recortes presupuestarios a países inmersos en crisis profundas. El Fondo recomienda más gasto sólo a los países que se lo pueden permitir, porque cuentan con un nivel de deuda sostenible y los inversores no les reclaman unos intereses prohibitivos. ¿Y el resto que puede hacer?. Reventar, claro. Friedman, el monetarista, decía que si durante la Gran Depresion, el banco central hubiera bajado los intereses rápidamente, se habría evitado todo el dolor. Actualmente, sin embargo, la Reserva ha situado el precio del dinero en prácticamente cero y aún así la crisis pervive. Con el tirón monumental que dio al gasto público estadounidense, la Segunda Guerra Mundial avaló a Keynes al acabar finalmente con la Gran Depresión una década después del octubre fatídico de 1929 en que un plomo se colgó del cuello de la bolsa. Sus ideas resultaron aparentemente tan correctas que algunos creyeron que "el gobierno podía estimular la economía permanentemente", pese a que Keynes nunca llegó a afirmar tanto. El resultado del gasto público continuo fue una inflación desbocada en todo el mundo en los años 70 y la caída en desgracia del pensador británico y la vuelta a la carga de los liberales que decian que todas las ideas de Keynes estaban equivocadas.

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