La Argentina es el único país importante en el mundo que hasta la crisis de 1929 era considerado como país desarrollado y que descendió luego ostensiblemente en su posición relativa en el mundo, tanto en su nivel de ingresos, como en su participación en el comercio mundial.
Argentina se había insertado exitosamente en el siglo XIX en la economía mundial, organizada sobre la idea de que el comercio internacional ayuda a aumentar el crecimiento de la actividad económica.
La crisis de 1929 provocó un serio cuestionamiento de esta idea de los beneficios del comercio internacional y dio lugar a que muchos países eligieran la vía del "crecimiento hacia adentro". En Argentina predominó esta concepción del mundo a partir de los años 30.
Apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial los economistas comenzaron a preocuparse por el problema del crecimiento económico desde dos puntos de vista que cuestionaban:
1. Cuáles eran las condiciones para lograr un crecimiento sostenido de las economías desarrolladas, pues tenían la convicción de que la recesión de los años 30 había sido superada por la producción para la guerra, pero que una vez finalizada esta, las oportunidades de inversión y, por lo tanto de crecimiento no crecerían a ritmo sostenido y elevado;
2. Cuál era la explicación de las diferencias en los ingresos per cápita entre los países desarrollados y los subdesarrollados.
Los primeros desarrollaron lo que se conoce como "teoría neoclásica del crecimiento económico", que explica el proceso a través de modelos que intentan reproducir el mundo real, y aceptan que la inserción en el comercio mundial permite un crecimiento más rápido de la economía nacional.
Los segundos estaban convencidos que el desarrollo es un proceso complejo, que no puede ser encuadrado en los términos de un modelo que contiene sólo relaciones entre variables económicas, aunque estén vinculadas por sofisticadas ecuaciones matemáticas.
Centro y periferia
En América latina se gestó a fines de los 40 la "teoría del deterioro de los términos del intercambio" de Prebisch, que tuvo una influencia decisiva en la concepción de la estrategia para el desarrollo económico en toda América Latina, en especial en Argentina.
Prebisch aceptaba la propiedad privada de los factores de la producción, pero sostenía que los frutos del comercio internacional no se distribuirían equitativamente entre los países desarrollados (centro) y subdesarrollados (periferia).
Criticó el esquema de división internacional del trabajo: "A América latina venía a corresponderle como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los grandes centros industriales".
Cambios de paradigmas
A fines de los años 60 se desvaneció el interés de los economistas en las causas del crecimiento/desarrollo de las naciones que había surgido en los 40, porque los países desarrollados crecieron a un ritmo elevado y sostenido durante los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y porque, al contrario, en los países subdesarrollados no se había logrado disminuir la brecha del subdesarrollo.
Harry G. Johnson hizo en los 70 un brillante análisis que aportó los lineamientos de las reformas de los 80. Decía que desde la Segunda Guerra Mundial hubo errores importantes en la concepción del proceso de desarrollo económico. "Se le asignó un carácter estrechamente económico, con descuido del hecho de que la sociedad es una trama interconectada de aspectos económicos, políticos y sociales", señaló entre otros errores.
Estos errores resultaron como fruto de la combinación de varias corrientes de experiencias e ideas. "Las experiencias condicionantes y primordiales fueron la gran crisis de 1929-1933 y la incompleta recuperación ulterior. Esta crisis produjo un efecto colateral que ha tenido especial importancia en el pensamiento latinoamericano respecto del desarrollo, elaborado a partir de aquella depresión: el derrumbe de los precios mundiales de los productos primarios", agrega.
La revolución keynesiana
Si el capitalismo había fracasado, ¿cuál era entonces, la alternativa? La respuesta fue: el planeamiento, de la mano de la revolución keynesiana.
La importancia atribuida por Keynes a la inversión privada, en tanto que elemento inestable del sistema, originó la impresión que se necesitaba cierto tipo de planeamiento de la inversión si es que se quería obtener una buena administración económica, y de que la inversión era la clave de la solución de casi todos los problemas sociales.
El arribo de la globalización
En el período 1960-1980 ocurrieron acontecimientos importantes que cambiaron la forma de organizarse y relacionarse los países desde el punto de vista de la producción, las inversiones y el comercio: el "milagro asiático", el fracaso de las economías planificadas socialistas y capitalistas, la tercera revolución industrial, y la globalización financiera y económica.
Una de las contribuciones más ingeniosas e influyentes que reflejó el nuevo mundo globalizado es la de Porter, que desarrolló el concepto de competitividad en una economía globalizada, como dependiente de la competitividad de las empresas.
Durante los 70 y los 80 Argentina estuvo inmersa en una gran inestabilidad política e institucional y aferrada a la misma estrategia de crecimiento "hacia adentro". Pero a partir de 1989 cambiamos abruptamente, y sin la adecuada preparación, aplicamos una apertura comercial indiscriminada, cambiamos del rol del Estado a través de las privatizaciones y la desregulación de la economía, y adoptamos el régimen de convertibilidad del peso.
El país creció hasta 1998 a pesar de las sucesivas crisis en esos años, pero a partir de allí, unidos a una rigidez en la aplicación de los pilares de las reformas económicas, condujeron a la profunda crisis Argentina de 1999-2002.
En 2002, en lugar de hacer un cuidadoso balance de los éxitos y fracasos de los 90, volvemos cambiar en forma abrupta, y sin preparación previa nuestra estrategia de crecimiento.
Fuente: Diario La Capital
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