En los Estados Unidos existen las así llamadas “Universidades de Investigación”, cuya finalidad principal, por no decir exclusiva, es hacer avanzar el conocimiento. Son instituciones que poseen todos los recursos humanos, científicos, técnicos, económicos y de infraestructura para dedicarse de esa manera casi exclusiva a la investigación. Se calcula que en los Estados Unidos sólo un 2% o 3% de las Universidades puede llamarse “Universidad de Investigación”. Este hecho se da simplemente por la ingente cantidad de recursos de todo género que exige la investigación. Mientras más recursos tenga una institución tanta mayor será su capacidad investigativa. De acuerdo con esta concepción, las demás son “Universidades de Educación General” , estilo Newman, y “Universidades de Docencia o Profesionalización”. Pero si aspiran a ser Universidades de verdad deben tener algún grado de investigación. La enseñanza universitaria ha de estar íntimamente ligada a la investigación. La docencia necesita de esta conexión íntima con ella para alcanzar su verdadera sustancia. La unidad entre investigación y enseñanza debe ser de ser uno de los principios imprescindibles de la Universidad. La investigación ha de ser, pues, algo normal en la Universidad. Y dado que toda universidad es una comunidad de estudiantes y profesores que cultivan el conocimiento, buscan su conservación y transmisión y procuran su avance, lo mínimo que puede exigirse es que exista en ella, en sus profesores y estudiantes, la así llamada “investigación formativa”, es decir, la que consiste en indagar en el conocimiento actual, procurando estar al día en los avances científicos de las diversas disciplinas, de modo que no se transmita lo viejo y lo caduco, sino al menos, lo actual. Esto sería lo mínimo; pero una Universidad que se respete debe realizar, en algún grado, investigación en sentido estricto. No hay desarrollo material de los pueblos sin nuevos conocimientos; no hay bienestar de las sociedades sin nuevos sistemas de aplicación y aprovechamiento de la ciencia y la tecnología. Hay un consenso amplio en que el futuro de los países dependerá, en buena medida, de su capacidad de potenciar la generación de nuevos conocimientos. La habilidad para crear, adaptar y adoptar nuevas tecnologías constituye un elemento estratégico para lograr el bienestar colectivo, así como para incrementar la competitividad de la región y mejorar sus posibilidades de inserción en la economía mundial. Para ello es necesario que las Universidades hagan investigación.
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