jueves, 5 de octubre de 2006
Competencia tecnológica
Como es sabido, Japón tiene una fuerte posición en el mercado de los electrónicos, no obstante EUA lo supera. Esto se explica, en buena medida, a partir de que la inmensa red industrial estadounidense se involucró en el desarrollo temprano de tal nicho -sobre todo por medio de fuertes programas de financiamiento del Pentágono a partir de la década de 1970-, un factor que le ha permitido adjudicarse las patentes de ciertas partes o componentes claves que le otorgan una ventaja en el mercado mundial. Por ejemplo, tal es el caso de los chips de conversión gráfica de la empresa National (EUA) que son imprescindibles para el funcionamiento de las impresoras láser Canon (Japón); de los chips digitáles/análogos de la empresa Burr-Brown (EUA) que son usados en todos los reproductores de CD/DVD; de los circuitos electrónicos integrados (multi-chips) que se usan en la mayoría de las computadoras, teléfonos celulares o cámaras digitales como los de Intel, Micron y Texas Instruments (todas de EUA); o de un abanico de componentes electrónicos para uso militar que soportan radiación o mayor presión atmosférica; entre otros. Más aún, un aspecto por demás estratégico en dicho posicionamiento de la tecnología parte del control de las máquinas que hacen máquinas, con lo que de fondo realmente se subordina la producción. No es casual que, por ejemplo, EUA venga apresuradamente haciéndose de más de dos terceras partes de las patentes y del mercado de la innovación y producción de instrumentos para la IyD de la nanotecnología. Se puede afirmar que la fortaleza de la red industrial estadounidense, por encima de la europea o la japonesa, es indiscutible. En efecto EUA ha constituido una red industrial muy potente y poderosa muy superior a la de Japón y a las de cualquier país europeo en solitario. Ello se identifica sobre todo en la desventaja que tienen esas últimas naciones respecto a EUA en términos de las dimensiones de su espacio geoeconómico ya que este último impone ciertos límites a la expansión de sus redes de IyD; con esto se esta haciendo referencia al financiamiento, número de investigadores y a las infraestructuras públicas y privadas, entre otros factores. En este sentido, hablar por ejemplo de la posibilidad de que Japón le arrebatarle a EUA su relativa hegemonía tecnológica es un absurdo pues el tamaño espacial-económico japonés no puede competir, en términos globales, con el estadounidense, aunque sí pueda hacerlo en nichos tecnológicos particulares (por ejemplo, electrónicos). Ahora bien, desde la perspectiva de la red industrial europea la cuestión es diferente pues estamos hablando de un espacio geoeconómico de dimensiones similares al estadounidense que se perfila como una potencial amenaza a la hegemonía científico-tecnológica de ese último país (nótese que me refiero al conjunto del desarrollo de las fuerzas productivas y no al avance de tal o cual nicho científico-tecnológico en particular, donde como se mostrará, la UE sí registra fortalezas importantes; por ejemplo, farmacéuticos). No obstante como los datos comparativos demuestran, a principios del siglo XXI la red industrial europea es humana y materialmente menor, además de que todavía enfrenta serias dificultades para coordinar el desarrollo científico-tecnológico ejecutado por cada Estado miembro (sobre todo dado a la amplitud de los distintos idiomas y a las diversas culturas e intereses particularmente nacionales más allá de los que corresponden a la UE). Por tanto, la fortaleza de la red industrial estadounidense parece alimentarse entonces, en la amplitud y fuerza del espacio geoeconómico que la sustenta y en el alto grado de condensación y sinergia de los actores involucrados.
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