sábado, 2 de septiembre de 2006

Fracasos del Mercado

Existen varias causas para el fracaso del mercado. Las barreras de acceso pueden exigir intervenciones de la política industrial cuando en un rubro determinado las ventajas de escala son tan grandes que se impide el acceso de nuevos competidores de menor tamaño. Otro obstáculo para el acceso es por ejemplo el caso de una empresa predominante en el mercado que fija los precios por debajo de los costos para impedir la entrada de nuevos competidores. Se pueden eliminar las barreras de acceso mediante la concesión de créditos preferenciales o bienes inmuebles a nuevas empresas, o por intermedio de garantías estatales de un volumen mínimo de ventas. Las noticias sobre avances tecnológicos se difunden rápidamente entre los competidores de la empresa innovadora. En principio, ello constituye un efecto externo positivo. Por otro lado, la expectativa de no poder hacer uso exclusivo de las innovaciones, puede provocar que las empresas innovadoras reduzcan sus esfuerzos en este ámbito. Esta situación puede conducir a una constelación en la que todos los competidores esperan que las competencia realice inversiones en investigación y desarrollo, de tal manera que el total de los gastos acumulados para la innovación tecnológica baja a un nivel que pone en peligro la competitividad de toda la economía. El riesgo y la incertidumbre son características intrínsecas de los mercados, y el asumir riesgos representa el elemento sustancial del comportamiento empresarial. Sin embargo, existen diversos tipos de riesgos e incertidumbres, y las intervenciones estatales que pretenden reducirlos pueden mejorar el resultado del proceso de mercado. Ello es válido para el caso de grandes inversiones (por ejemplo, proyectos caros de investigación) o en situaciones de incertidumbre tecnológica. Cuando en sectores industriales que están en crisis se vuelven necesarias medidas de ajuste, es decir, cuando las empresas deben reducir su capacidad productiva instalada, las intervenciones estatales pueden hacer aportes importantes. La experiencia japonesa del período entre finales de los setenta y principios de los ochenta, cuando el Estado intervino en las industrias procesadoras, representa un ejemplo positivo. Cuando se trata de adaptarse a mercados decrecientes, las empresas disponen de un fuerte incentivo para ofrecer precios más bajos que la competencia, obligándola a paralizar parte de su capacidad productiva instalada. De esta manera, se genera una carrera de precios bajos que a corto plazo le permite al consumidor obtener una renta. Sin embargo, se produce el peligro de que el proceso caótico de ajuste conduzca a reducciones de las capacidades instaladas que van más allá de lo necesario. Además, esta tendencia puede provocar el debilitamiento financiero de las empresas afectadas, lo cual puede repercutir negativamente en su capacidad de realizar inversiones en la modernización y en el área de nuevos productos, de tal manera que a largo plazo también los consumidores se verán perjudicados.

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