lunes, 28 de agosto de 2006

John Stuart Mill y la teoría neoclásica

John Stuart Mill legitimó la política de industrialización, incorporando el argumento de la industria incipiente a la teoría clásica. En Mill se basó la versión más pragmática y acotada de Hamilton antes que en la de List. Mill dice: ‘El único caso en que, aplicando sólo los principios de la economía política, serían defensibles los derechos de protección aduanera es cuando se aplican temporalmente (sobre todo cuando se trata de una nación joven y pujante) con la esperanza de dar carta de ciudadanía a una industria extranjera que se adapta perfectamente a las condiciones del país. La ventaja de un país sobre otro en una rama de producción a menudo deriva sólo de haberla comenzado antes. Puede no haber una ventaja intrínseca de un país, o una desventaja de otro, sino sólo una superioridad presente derivada de las habilidades y experiencias adquiridas. Un país que todavía no tiene esa capacidad y esa experiencia puede estar mejor dotado en otros aspectos para la producción que los que entraron primero en este campo; además, no hay nada que refuerce más el mejoramiento en cualquier rama de la producción que el hecho de ensayarla en un nuevo conjunto de condiciones. Pero no puede esperarse que los individuos introduzcan una nueva manufactura por su propia cuenta y soporten el peso de continuarla hasta que los productores adquieran un nivel de capacitación equivalente al de los productores tradicionales. Un derecho de aduana prolongado por un tiempo razonable puede, a veces, ser el modo menos inconveniente por el cual una nación puede aplicar un gravamen para apoyar un experimento. Pero es esencial que la protección se limite a casos que ofrezcan bastante seguridad de que la industria protegida podrá, después de un tiempo, sostenerse sola’. La teoría neoclásica ha refinado el argumento de la industria incipiente y ha aclarado su validez. Pero al mismo tiempo ha contribuido a limitar su aplicación. Examina el caso de las economías externas, en que la empresa que efectúa la inversión no capta todos sus beneficios. Una parte de ellos puede derivar a otras empresas por el desplazamiento de la mano de obra entrenada, o por medio de empresas proveedoras de la que ha hecho la inversión de insumos no transables, o por adquirir sus productos. En estos casos podrá ser necesario compensar a esa empresa por los beneficios de la inversión que ella no capta. Asimismo la teoría neoclásica considera el caso en que tienen lugar economías externas recíprocas en el cual ninguna de las empresas capta el resultado total de la inversión. En la corriente neoclásica se expresa cierto escepticismo con respecto a la aplicación de las políticas de industrialización. Si bien suele aceptarse la validez del argumento de la industria incipiente, se considera que esas políticas no son la alternativa óptima sino la primera o segunda solución subóptima. Se sostiene que antes de aplicar políticas industriales activas resulta más eficiente mejorar la información de que dispone el empresario para tomar sus decisiones o procurar el mejoramiento de los mercados de capitales, y dejar que sea el mercado libre de interferencias el que asigne los recursos. Esto daría a las políticas industriales un margen de maniobra más reducido que el que le atribuían los autores clásicos que influyeron en los procesos de industrialización de Estados Unidos y de Alemania. En la aplicación reciente de la teoría neoclásica a la política económica para el mundo en desarrollo y para América Latina pueden distinguirse dos posiciones principales: Por un lado, el punto de vista más ortodoxo, que asigna a las políticas públicas un papel muy reducido y deja la asignación de recursos productivos librada al funcionamiento irrestricto del mercado. Se da importancia decisiva al mantenimiento del equilibrio fiscal y monetario, se propicia la jibarización del sector público, la privatización de las actividades estatales y la desregulación. Los partidarios de esta postura son francamente hostiles a las políticas activas de desarrollo productivo y de cambio de la estructura económica, como la promoción industrial, las políticas de apoyo al avance tecnológico y las políticas comerciales de protección y de promoción de exportaciones. Durante la administración de Reagan en Estados Unidos, esta corriente ideológica, promovida por la economía de la oferta, tuvo un auge notable. Pero aun después de terminado ese período presidencial sigue teniendo fuertes partidarios, sobre todo entre grupos conservadores, entre los acreedores privados internacionales de América Latina, y en los sectores internos de los países latinoamericanos asociados con esos círculos financieros. En las palabras de Feinberg: “Aquellos que apoyan el modelo restrictivo reganiano piensan que el Estado debe cuidar la defensa nacional, establecer las condiciones macroeconómicas apropiadas, y hacer mutis por el foro”. Por otro lado, hay también una postura neoclásica menos rígida, que acepta cierto margen de política activa que promueva el desarrollo industrial y tecnológico y apoye las nuevas exportaciones. En ella se fijan límites bastante estrictos a estas políticas, tanto en cuanto a los instrumentos como a la intensidad con que se apliquen en uno u otro sector, y también en la duración de su aplicación a cada sector productivo. En general, aunque no siempre, se admite una excepción al ideal de libre comercio, a saber, las industrias incipientes, que pueden merecer gran protección aunque siempre temporal. En otro párrafo Williamson se refiere a su propia posición con respecto de los subsidios: “...a mi entender, no se justifica el odio generalizado por los subsidios. Estoy totalmente de acuerdo en cuanto a la inconveniencia de los subsidios indiscriminados, pero creo que en ciertas circunstancias hay subsidios que, cuidadosamente dirigidos, pueden ser instrumentos útiles para mejorar la asignación de los recursos o la distribución del ingreso. Stiglitz también tiene un criterio más amplio sobre las políticas económicas que pueden aplicarse sin distorsionar el funcionamiento de los mercados.

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