domingo, 5 de febrero de 2006

Las crisis financieras

Actualmente, en los mercados cambiarios, se realizan operaciones por más de 600 billones de dólares anuales, que representan alrededor de veinte veces el producto total de la economía mundial. Esa inmensa masa de transacciones corresponde, en un 5% del total, a OPERACIONES REALES de comercio de bienes y servicios e inversiones en filiales de corporaciones trasnacionales. En su inmensa mayoría, consisten en desplazamientos de fondos que transponen las fronteras nacionales con FINES ESPECULATIVOS. Los principales protagonistas de esas operaciones son los bancos e intermediarios financieros internacionales, entre los que se cuentan fondos de pensión, de inversión, y de compañías de seguros de los principales países. El objetivo de esos operadores es MAXIMIZAR LOS BENEFICIOS DE CORTO PLAZO. Es decir, estos capitales no tienen la intención, ni el tiempo ni la paciencia para desarrollar industrias o hacer inversiones productivas. Este inmenso mercado financiero está desvinculado de la economía real. Su único objetivo es maximizar los beneficios de corto plazo mediante el arbitraje de las diferencias entre tasas de interés de las diversas plazas, cambios en las paridades de las monedas y movimientos en las cotizaciones de acciones y títulos en Wall Street y las bolsas de valores del resto del mundo. Por lo tanto, el mercado financiero es muy inestable, y está sujeto a fuertes variaciones en los movimientos de fondos en virtud de cambios en la situación internacional. Un cambio brusco del movimiento de capitales puede desequilibrar el sistema económico de un país, AUN CUANDO ESTÉN EN ORDEN SUS EQUILIBRIOS MACROECONÓMICOS, como el presupuesto y el balance de pagos. Peor aún: esos movimientos pueden inducir burbujas especulativas y éstas inducir cambios en variables críticas, como la apreciación del tipo de cambio durante una fase de entrada de fondos externos, que provocan la pérdida de competitividad, el desempleo y el déficit del comercio exterior. Cuando estos desequilibrios culminan en un cambio de las expectativas de los especuladores, la fuga de capitales termina por derribar el sistema. Argentina es uno de los ejemplos más dramáticos de este tipo de experiencia. La globalización financiera construyó su propia ideología tendiente a justificar la libertad en el movimiento internacional de capitales, estos capitales se presentan como benévolos benefactores al servicio del desarrollo económico, el empleo y el bienestar. Todo para que se lo crea la gilada, y la gilada pica. Esta construcción ideológica quedó plasmada en un enfoque llamado neoliberalismo, que incluye, además de la liberalización financiera, la apertura de los mercados, el achicamiento del Estado a su mínima expresión, y la privatización indiscriminada de la actividad económica, incluyendo los servicios públicos, el petróleo y otros recursos naturales. El núcleo duro de ese enfoque afirma que las fuerzas globalizadoras son de tal magnitud que son ingobernables por los Estados nacionales. De este modo, la única política económica posible sería transmitir señales amistosas a los mercados, es decir, seguir a rajatabla la receta neoliberal, para, supuestamente, “atraer capitales e impulsar el desarrollo”. La realidad es que un país se hace con capitales genuinos y propios, no con capitales extranjeros y encima especulativos. ¿Qué proyecto económico serio y a largo plazo se puede construir con estos capitales “globalizados”?. Ninguno. Argentino creyó y sigue creyendo que se puede confiar en ellos. Corea y Malasia, también experimentaron crisis financieras de carácter especulativo; pero, a diferencia de la experiencia argentina, en ellos el resto de la política económica era muy sólida y fundada en una firme densidad de capitales nacionales, lo que les permitió corregir en plazos breves los desvíos financieros. La recuperación argentina desde el 2002 hasta la actualidad revela que, contrariamente a lo afirmado por la visión neoliberal, el Estado conserva poder regulatorio y capacidad de gobernar la economía. Fue así posible reducir la deuda a niveles manejables después del canje, cancelar la deuda con el FMI, recuperar el comando del presupuesto, la moneda y el tipo de cambio, y registrar un aumento importante de la producción y el empleo. Hemos aprendido, espero que para siempre, que se precisa una fuerte regulación y supervisión del sistema financiero, sólidos equilibrios macroeconómicos, incluyendo tipos de cambio competitivos y observar la realidad, el país y el mundo, desde nuestros intereses.

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