miércoles, 18 de enero de 2006

FMI residual

Como ya no somos sus deudores, el FMI no puede inmiscuirse más en la política económica interna. Sin embargo, todavía tratan de influir por la vía de la vigilancia. Se basan para ello en el Artículo IV del Convenio Constitutivo, que dispone una supervisión de la política cambiaria de los países miembros para contribuir al mejor funcionamiento del sistema monetario internacional. En 1977, el Directorio Ejecutivo del FMI amplió este mandato restringido y desde entonces realiza un análisis de la situación económica general y de la estrategia que siguen los países. Más o menos, como si el contador de una fábrica, en vez de dedicarse a llevar las cuentas, pretendiera dirigir la empresa. La opinión del FMI acerca de la política económica de los países es determinante cuando existen acuerdos stand-by, que son préstamos que requieren del país deudor compromisos de política económica y financiera que se diseñan en esos acuerdos. En los demás casos, cuando no hay deudas, sólo revelan la visión que los funcionarios del FMI tienen de la economía de un país. La experiencia muestra que son muy útiles, pero a contrario sensu: LA POLÍTICA QUE CONVIENE A LOS PAÍSES CASI SIEMPRE ES LA OPUESTA A LA QUE PRECONIZA EL FMI. La Argentina es una prueba cabal: se superó la crisis de 2002 gracias a que no se aplicaron las recetas del FMI. En 2004-2005, la Argentina pudo reestructurar la deuda externa gracias a la no intervención del FMI; y el crecimiento del 9% anual obtenido del 2003 al 2005 se debe a que no se aceptaron las tesis del FMI de revaluar el peso argentino, deprimir la demanda y subir la tasa de interés. Una supuesta ventaja de los acuerdos con el FMI consiste en la afluencia de la inversión extranjera directa; los gurúes locales le asignan gran trascendencia. Esta afirmación parte de varios supuestos falsos. El primero exagera la importancia de la inversión extranjera en el conjunto de la inversión; que en la Argentina, en el período 1992-2000, equivalió al 5% de la inversión total. Además, no es cierto que esas inversiones, vayan de preferencia a los países que practican la política económica preconizada por el FMI, que es recesiva y sirve para pagar a los acreedores externos, pero que no impulsa la actividad económica. El ajuste económico es el peor entorno para la inversión: si existe recesión, nadie va a expandir su actividad productiva. La garantía que ofrecen los programas del FMI es que se pagará a los acreedores externos, pero a costa de la actividad económica interna. En esas condiciones, el negocio financiero podrá generar muy buenas ganancias; pero el sector productivo caerá por falta de demanda. Todo el esquema cierra, porque el FMI representa los intereses del sector financiero, no del productivo. En la evaluación del costo de los préstamos del FMI debe considerarse ante todo la carga de una política económica equivocada. ¿Cuánto costó dejar flotar el dólar después de la devaluación de enero de 2002, como lo exigió el FMI? ¿Cuánto hubiera costado la dolarización que proponía el FMI en diciembre de 2001, cuando ya tenía listos los dólares para reemplazar al peso en la circulación monetaria?. ¿Cuánto costaron los dislates económicos alentados por el FMI desde 1991 a 2001?. Además de estos costos de fondo, tampoco es cierto que los préstamos del FMI sean más baratos. La menor tasa de interés está ampliamente compensada por los costos de la supervisión (en especial, auditorías de consultoras afines al FMI), así como la devaluación del dólar con respecto a los derechos especiales de giro (DEG); esta tendencia se seguirá acentuando en el futuro debido a los enormes déficit fiscal y externo de Estados Unidos. La diferencia se genera porque el valor de los DEG se fija en función de una canasta de monedas que se revalúa de modo constante con respecto al dólar; y la Argentina paga en dólares. De ese modo, sólo por este desequilibrio, el costo financiero del préstamo equivale a una tasa de interés del 10% anual en dólares. El FMI no tiene los recursos ni el mandato como para desempeñar la función de prestamista en última instancia en el sistema financiero internacional.En la Argentina, el FMI quiso ser prestamista en última instancia con el “blindaje”, pero sólo financió la evasión de capitales y agravó la crisis. Por suerte, sólo tenemos ahora un FMI residual. Seguirán elaborando sus análisis sobre la política económica argentina, y nos serán útiles para saber con certeza lo que no hay que hacer; pero no debemos alarmarnos más por esos exámenes. Ahora los preocupados son los funcionarios del FMI, que se financia con los intereses que cobra por los préstamos que otorga, que son cada vez menores. Tal vez le haya llegado a ellos la época del ajuste en carne propia. Se lo merecen.

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