lunes, 10 de octubre de 2005

Déficit yanqui: interpretaciones

Un déficit de balanza comercial significa, en términos teóricos, que los consumidores estadounidenses compran más mercancías y servicios a productores de naciones extranjeras que a los productores norteamericanos durante un período preestablecido. Existen diferentes formas de interpretar este déficit. Defensores del libre comercio y del proteccionismo leen, a partir de los mismos resultados, causas y consecuencias diametralmente opuestas. Desde la perspectiva de los propulsores del libre comercio el comercio ha jugado un rol muy importante en el fortalecimiento de la prosperidad norteamericana: ha contribuido significativamente al rápido crecimiento económico, ha otorgado mejores estándares de vida y ha fomentado la creación de empleos; ha ayudado a mantener baja la inflación, haciendo sostenibles bajos niveles de desempleo; y el capital extranjero ha financiado altos niveles de inversión en plantas y equipamiento norteamericanos, ayudando a aumentar la productividad. Para los liberales los déficit comerciales son saludables (solo para EEUU, por supuesto, no para el resto del mundo) porque reflejan el flujo de capitales a través de las fronteras nacionales, flujos que están determinados por tasas nacionales de ahorro e inversión. Esto convierte a la política comercial en una herramienta ineficiente para reducir el déficit comercial. Los defensores del laissez-faire opinan que son equivocadas las preocupaciones que consideran que el incremento del comercio internacional conduce a un estancamiento de los salarios e incrementa la inequidad en la distribución del ingreso. Según ellos, el avance tecnológico es el factor más importante en los cambios de distribución del ingreso, proveyendo de mejores salarios a la mano de obra más capacitada. Para demostrar sus presupuestos dan el siguiente ejemplo. La economía estadounidense ha crecido más rápido en los noventa (años en los que el déficit comercial ha crecido) que en épocas en los que el déficit estaba estancado. Los déficits comerciales, por el contrario, pueden ser buenas noticias para la economía porque son signo de confianza de los inversores hacia los Estados Unidos y del aumento del poder de compra entre los consumidores domésticos. Lo importante no es la diferencia entre las importaciones y las exportaciones sino en qué extensión los norteamericanos se benefician de las oportunidades creadas para los consumidores en una economía abierta al mercado mundial. Para los aperturistas, entonces, las importaciones bendicen a los norteamericanos de muchas maneras: implican precios más bajos y más opciones para los consumidores, incrementan el salario real de los trabajadores presionando hacia abajo los precios. Al mismo tiempo, crean una competencia de precios donde los monopolios domésticos podrían existir e incentivan a los productores locales para controlar los costos y mejorar la calidad en respuesta a esta competencia externa. Desde su interpretación, en la década de los noventa la fuerza relativa de la economía norteamericana condujo a un incremento sustancial de las importaciones, mientras que la debilidad relativa de varios de sus socios comerciales originó una disminución en el crecimiento de las exportaciones estadounidenses. El flujo de capitales internacional, desde su punto de vista, es también consecuencia de la fuerza relativa de la economía norteamericana. Con una tasa más alta de retorno de la inversión el mercado estadounidense se convirtió en un destino atractivo para las inversiones. El beneficio derivado de esta situación fue el mantenimiento de un dólar fuerte que hizo a las exportaciones del país menos competitivas y a las importaciones más atractivas, contribuyendo de este modo al déficit comercial. En conclusión, consideran que una mala interpretación del déficit comercial amenaza con debilitar la libertad de comercio alentando soluciones dañinas a un problema que realmente no existe. Pronostican que cualquier intento de corregir el déficit comercial a través del proteccionismo, con subsidios a las exportaciones, o manipulación del circulante monetario fracasará porque ninguna de estas herramientas de intervención atacan las causas del déficit comercial. El mismo responde solamente a cambios en el flujo de inversión extranjera, que a su vez es determinado por las tasas de ahorro e inversión. Por el contrario, la lectura realizada desde los sectores proteccionistas considera que la globalización y el creciente déficit comercial de los Estados Unidos han sido muy costosos para las manufacturas nacionales y para los trabajadores del país. Según esta corriente las manifestaciones más importantes de este desequilibrio son:
- un pronunciado crecimiento en la desigualdad en la distribución del ingreso
norteamericano desde 1979 y el estancamiento de los ingresos para la
mayoría de las familias trabajadoras del país,
- la depreciación del salario para los trabajadores del sector productivo (que
representa un 80% de la fuerza total de trabajo),
- y, sobre todo, la declinación de la competitividad de los productos
norteamericanos en el mercado mundial.
Tal como opinan los defensores del libre comercio, las tasas de ahorro e inversión afectan la balanza comercial. Estos factores operan, por un lado, a través del nivel de ingreso nacional (con fuerte influencia en la demanda de importaciones) y, por otro lado, a través del flujo de capitales extranjeros y las fluctuaciones de la tasa de intercambio. Sin embargo, a diferencia de esta corriente, considera que los cambios en la competitividad de los bienes comerciables de una nación afectan también los niveles nacionales de ahorro e inversión, como a las exportaciones e importaciones. Las naciones más competitivas obtienen mayores ingresos y emplean más gente que las naciones menos competitivas, y esos niveles más altos de ingreso y empleo se trasladan en mayores ahorros. De allí que remarca que la competitividad es fundamental porque afecta precisamente al déficit comercial a través de las tasas de ahorro e inversión. En opinión de los proteccionistas el sector manufacturero soportará la carga de eliminar el déficit, a menos que se decida reducir las importaciones. Para ello se requiere aumentar las exportaciones del sector manufacturero para eliminar el déficit comercial. Respecto de las causas que provocan el dicho déficit, los sectores opuestos al libre comercio indiscriminado destacan factores de largo y corto plazo. Entre los primeros se presentan: relaciones inequitativas entre los Estados Unidos y sus mayores socios comerciales (por ejemplo con las potencias asiáticas), prácticas de dumping (que incrementan las importaciones norteamericanas), la pérdida de competitividad de las firmas estadounidenses (por un lado, respecto de los países en desarrollo que reducen los derechos laborales, los estándares medioambientales y los costos salariales; por el otro, con Europa y Japón, que poseen a menudo niveles más altos de crecimiento de la productividad que los Estados Unidos) y bajas tasas de ahorro en los Estados Unidos (que contribuyen a los problemas comerciales). Entre las problemáticas de corto plazo se presentan: los altos precios del petróleo y el lento crecimiento económico. También apuntan que es precisamente el sector manufacturero el que muestra las tasas más altas de déficit comercial. Para solucionar esto, recomiendan el desarrollo de políticas que reconstruyan el sector industrial, diseñando herramientas que fomenten a las multinacionales norteamericanas a mantener los empleos, la tecnología y la producción dentro de los Estados Unidos. Como podemos ver, el fenómeno del déficit comercial es uno de los casos más interesantes para comprender el nivel de contradicción de las dos corrientes. Es interesante observar que partiendo de los mismos resultados económicos se pueden hacer interpretaciones diametralmente opuestas.

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