sábado, 24 de septiembre de 2005

El suicidio argentino

La Argentina fue la única nación que se desindustrializó premeditadamente, eliminado sus bases productivas al ejecutar aperturas comerciales a la importación de bienes prácticamente irrestrictas. Las posturas antiindustrialistas son tradicionales en la dirigencia argentina. Al inicio del auge agroexportador, hacia comienzos del siglo XX, SE PROMOVÍA LA NO INDUSTRIALIZACIÓN INVOCÁNDOSE EL CONCEPTO DE NO INSTALAR INDUSTRIAS ARTIFICIALES. Se infería que la Argentina no era capaz de industrializarse debido a su incompleta dotación de recursos mineros y que tampoco era beneficioso que lo hiciera, ya que las carencias de hierro y carbón determinaban que toda industrialización fuera ficticia -de allí el concepto de industrias artificiales- y también costosa porque la importación de esos insumos provocaría un costo de fabricación interno superior al precio de importación de los bienes terminados. Todo el mundo sabe, menos los liberales argentinos, que el avance económico de las naciones se produce cuando giran, en sus morfologías productivas, hacia una relevancia mayor de la manufactura. En realidad, la desindustrialización implica la regresión en la escala productiva y, fundamentalmente, la pérdida de recursos, no sólo físicos sino también de conocimientos acumulados en el tiempo y corporizados en la mano de obra, en las redes productivas y comerciales, y en las organizaciones empresarias que se desarticulan.

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