jueves, 23 de junio de 2005

La vieja mentira

En la segunda mitad del siglo XX, Argentina se insertó en el mercado internacional como productor de bienes primarios. En esos años Argentina sigue las características generales del modelo agroexportador de los países periféricos. Así, el crecimiento económico se relaciona con la exportación de productos primarios y la riqueza se concentra en una elite. Esta elite beneficiada lucho por perseverar, a sangre y fuego, en el modelo agroexportador hasta el día de hoy y a descuidar tercamente el desarrollo manufacturero. La transformación espectacular de los datos macroeconómicos y los enormes ingresos tributarios de las ventas de lana, carne y cereales al exterior, encandilaron a la clase dirigente argentina. La profesión permanente de fe se fundaba en la ideología liberal, criticando la intervención del estado en la economía. De manera que el cuento de los liberales es viejo. La consecuencia lógica de lo anterior es la oposición al proteccionismo aduanero. Esta oposición se basa en dos argumentos. Por un lado, la elevación de las tarifas aduaneras implicaría una mengua en el poder adquisitivo de los productores agropecuarios, que se verían obligados a comprar en el país los artículos manufacturados, abandonando un precio más alto. Por otra parte, la adopción del proteccionismo implicaría la pérdida final de mercados de exportación, que reaccionarían desfavorablemente al no poder concretar sus ventas en nuestro país. En 1926, Bunge decía: La mayor parte de las rebajas de derechos de aduanas que han perjudicado al trabajo nacional se han establecido en Argentina al amparo de una frase mágica, mitad política, mitad ingenuidad: “hay que defender al consumidor”. Esta frase vino a prolongar la vida de la política económica pastoril que tanto mal está haciendo a nuestro país. Bunge creía, con toda razon, que carece de sentido disfrutar de una ventaja inmediata —el bien manufacturado, importado a bajo precio— hipotecando el desarrollo nacional. No se puede citar un solo país adelantado que no haya multiplicado los objetos de su producción a través de sus industrias. ¿Qué características debía tener la protección arancelaria? Bunge postulaba la aplicación de tarifas moderadas para defender las industrias nacientes de otras economías desarrolladas que realizaban prácticas de dumping. Sin embargo, LA PROTECCIÓN ARANCELARIA DEBÍA SER TRANSITORIA Y NUNCA PERMANENTE PUES LA PERSISTENCIA DE TASAS ADUANERAS ELEVADAS PRODUCÍA UNA INDUSTRIA INEFICIENTE Y POCO COMPETITIVA. ¡¡¡¡Ojo!!!!!, Bunge decía estas cosas 50 años antes de que los asiáticos la practicaran con éxito.

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