La característica más destacada de la actual crisis financiera es que no fue causada por ningún shock externo sino que fue generada por el propio sistema financiero. Esta crisis ha contradecido a la teoría que sostiene que los mercados financieros tienden al equilibrio y que las desviaciones del equilibrio se producen en una forma aleatoria o son causados por algún evento externo repentino en que los mercados tienen problemas de ajuste. Los mercados financieros no reflejan con precisión las condiciones imperantes dado que proporcionan una imagen sesgada o distorsionada. Esta distorsión afecta a los llamados fundamentos que los precios de mercado se supone que reflejan, en los términos que deben transmitir una información veraz y objetiva. Sin embargo, los mercados, lejos de corregir sus propios errores, refuerzan esa tendencia que lleva a los mercados a una situación de desequilibrio que cuando se hace insostenible provoca un fuerte movimiento descendente. El fundamentalismo de mercado se basa en premisas falsas que sólo han servido a los intereses de los propietarios y administradores del sistema financiero. La globalización permitió al capital financiero circular libremente haciendo difícil a los estados individuales su control. Y la ambición permitió que muchos errores se acumularan sin freno desatando el caos que hoy vivimos.
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