domingo, 7 de agosto de 2011

¿Se quiebra el mundo?

Desde la caída de Lehman Brothers en 2008, cuando se vivieron los momentos más angustiosos de la crisis financiera que se transformó luego en una gran recesión mundial, no se veía un pánico generalizado en las bolsas de valores del planeta, como el que ocurrió la semana pasada. El jueves fue un día verdaderamente negro para los mercados. El índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York registró una caída del 4,3 por ciento, la peor desde el nefasto octubre de 2008; los mercados europeos tuvieron descensos cercanos al 4 por ciento; en Asia, los índices bursátiles de Tokio y Singapur cerraron con bajas superiores al 3,5 por ciento, mientras que el de China perdió las ganancias del año, con una reducción del 4,3 por ciento. Las plazas latinoamericanas también fueron duramente golpeadas, hubo pérdidas por encima del 5 por ciento en Brasil, Argentina y Perú. La bolsa de Colombia bajó 3 por ciento. El efecto dominó en las bolsas de todos los continentes tiene su causa en los temores de una recaída en la economía mundial. El fantasma de una segunda recesión ha hecho que muchos inversionistas salgan espantados a vender sus acciones, provocando así caídas sucesivas. El diario The New York Times señaló esta semana que una doble recesión podría estar acercándose peligrosamente. La segunda recesión que se estaría formando tiene causas diferentes a la anterior, que se presentó en 2008, caracterizada por una ausencia de crédito en la economía y por los excesos de Wall Street. Ahora son los políticos los que de alguna manera han ayudado a desatar la tormenta con los desacuerdos entre demócratas y republicanos sobre la manera como se debe hacer el recorte del gasto. El acuerdo logrado en el Congreso norteamericano para subir el techo de la deuda y evitar el incumplimiento de los pagos no calmó los ánimos. Por el contrario, la incertidumbre se mantiene, pues muchos consideran que ha sido un paño de agua tibia y que en el largo plazo la situación fiscal podría empeorar. En el fondo, lo que aprobó Estados Unidos fue endeudarse más, lo cual no es bueno de ninguna manera. Aunque van a recortar gastos, con ello se logra un ahorro a lo largo de diez años, pero el incremento de la deuda es inmediato. La preocupación, en el fondo, es cómo financiar el abultado déficit, lo cual quiere decir que los estadounidenses se tendrán que apretar más el cinturón. Y de ser así, lo sentirá todo el mundo pues se reducirá el ritmo de la recuperación de la economía mundial. Y, con ello, su capacidad de compra y sus importaciones. Lo más grave es que la situación fiscal de Estados Unidos se agudiza por la puja política alimentada por la fuerte división en el Congreso. Los dos grandes partidos tienen enormes diferencias sobre la forma como el gobierno tiene que reducir el abultado déficit y comenzar a bajar la deuda. Existe una profunda brecha ideológica entre ambos partidos, que se refleja en las posiciones excesivamente radicales de algunos sectores republicanos en torno al ajuste fiscal que hay que hacer, que contempla unos recortes masivos al gasto público sin ningún alza de impuestos. Esto es imposible de hacer con un déficit cercano al 10 por ciento del PIB: en el mundo entero, un déficit de este tamaño hay que corregirlo tanto por la vía del gasto como de los impuestos. El viernes pasado Standard & Poor's (S&P) bajó la calificación de la deuda. Por primera vez, Estados Unidos pierde la máxima calificación de su deuda de largo plazo. La calificación AAA permite a los países tomar prestados fondos a bajo costo, pues se considera que sus gobiernos son estables y sus bonos seguros. Estados Unidos ha visto cómo su dólar se convirtió en la moneda de reserva número uno del mundo porque sus bonos han tenido una alta consideración de los inversionistas. Estaban respaldados por la plena confianza y crédito del gobierno de Estados Unidos, que nunca había sido cuestionado de forma seria, hasta ahora.
La baja de un escalón es una vergüenza para Estados Unidos, dijeron algunos analistas. Otros le dan menor importancia al asunto. Lo cierto es que los mercados, ante los rumores del anuncio de S&P, reaccionaron el viernes con nuevas caídas en los índices bursátiles. Ahora bien; a diferencia de la anterior recesión que comenzó con la crisis financiera y se extendió luego por todo el planeta, en esta nueva que se estaría formando hay otro frente preocupante. Se trata del Viejo Continente. La eurozona atraviesa por la peor crisis de su corta historia y muchos creen que está en juego su supervivencia. Se teme que España e Italia se contagien de las dificultades de Grecia, Portugal o Irlanda. Nada ha asustado más a los mercados que el temor de que la crisis toque a Italia, una de las cinco economías más grandes del mundo. El nivel de endeudamiento supera el 120 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Los mercados se han encargado de castigar sus bonos ante las dudas sobre la capacidad de Italia de cumplir con sus obligaciones. El gobierno de Silvio Berlusconi ha tenido que pagar mayores intereses por acceder a financiamiento externo. Nada parece claro en Europa. Aunque el BCE anunció la compra de bonos de Irlanda y de Portugal, que ya tienen programas de ayuda financiera, los mercados esperan un gesto hacia las obligaciones españolas e italianas. El Banco Central Europeo habría mostrado su disposición a comprar bonos de los dos países mediterráneos si se concretan reformas profundas. Muchos analistas creen que esto podría calmar los mercados. El viernes, Italia se comprometió a hacer una reforma constitucional para equilibrar su presupuesto y con esto sosegar a los inversionistas. Hay un gran consenso entre los analistas en el sentido de que Italia es demasiado grande para ser rescatada, representa el 25 por ciento de la deuda de Europa, y no habría plata para rescatarla. Ya son muchos los frentes de la economía mundial que preocupan. A la situación de Estados Unidos y Europa hay que agregar la situación de Japón, país al que le tomará tiempo su recuperación. El Banco de Japón anunció que inyectará a la economía cerca de 126.000 millones de dólares con el fin de mantener firme la recuperación económica del país luego del terremoto del 11 de marzo. China, por su parte mantiene un férreo control del yuan y una decisión de desacelerar su economía. Algunos inversionistas quieren hacer caer a España y a Italia, quieren hacer quebrar el euro y aprovechar si cada país retoma su moneda local. La situación es demasiado complicada. Esta vez hay muy poco con qué responder. Aplicar estímulos fiscales como se recomendó con la anterior recesión para apuntalar el crecimiento económico, ya no es algo viable para muchos países que tienen grandes déficits presupuestarios. Solo queda preguntarse si dejarán los líderes mundiales caer la economía del planeta. Esta vez las cosas podrían ser del tamaño de una gran Depresión.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

me acuerdo de la hiperfinlacion alfonsinista, la del padre de ese que se presenta ahora para presidente, la cosa venia de mal en peor y me pasaba pendiente de las noticias, a cada momento subian los precios, estaba escuchando declaraciones de un radicheta, uno de barba, que fue ministro de economia, no me puedo acordar el hombre (tal vez la mente lo bloquea y lo olvida a propósito) le preguntaban en la radio que quedaba por ahora: el hdp contestó: ahora lo único que nos queda es rezar. También recuerdo al patético Alfonsin diciendo: si alguien sabe que hay que hacer que me lo diga. Increíble. pARECE QUE ha llegado el momento en que algún economista o politico europeo a gringo tenga que decir: LO UNICO QUE QUEDA PARA HACER ES REZAR.....

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