martes, 16 de agosto de 2011

Presiones políticas y tipos de cambio

Detrás de las productividades relativas entre sectores hay algo más que tipos de cambio: existen poderes y expresiones políticas muy concretas. Marcelo Diamand decía que la economía argentina se caracteriza por tener estructuras productivas desequilibradas. Situación que se define por la existencia de un sector con productividad comparable a la internacional (la producción agropecuaria de la Pampa húmeda) y otros sectores, como el industrial, que por su evolución tardía, las limitaciones por el tamaño del mercado o por la falta de capital, tiene una productividad relativa menor. Un tipo de cambio bajo (“dólar barato”) adecuado para el agro impediría desarrollarse a la industria; un tipo de cambio alto (“dólar caro”) apto para la industria, implicaría precios de los alimentos caros en el mercado interno, con una fuerte traslación de la riqueza a favor del campo. En la actualidad, los altos precios de las materias primas y, en especial, de los alimentos, traen aparejados saldos positivos en el comercio exterior y, como consecuencia del mayor ingreso de divisas, una tendencia hacia la apreciación del valor de la moneda local. Es lo que viene ocurriendo en Brasil y en Chile, por ejemplo. La apreciación monetaria reduce la inflación pero afecta el rendimiento de otros sectores de la economía, en particular el manufacturero, dificultando la exportación y haciendo más fácil el ingreso de productos importados que compiten con la producción local. La política seguida en los últimos años, después de la fuerte devaluación con que terminó la experiencia de la “convertibilidad”, ha sido la de paulatinas y moderadas depreciaciones (inferiores a la incidencia de la inflación) pero que han permitido mantener un tipo de cambio competitivo debido a diversos factores; 1) el elevado “colchón” que significó la devaluación inicial; 2) el aumento de la productividad interna y 3) la apreciación de las otras monedas frente al dólar. En un artículo publicado en la revista digital Circus en junio de este año, el economista Fabián Amico, de la Universidad de Luján, retoma la tesis de Diamand de estructuras productivas desequilibradas y procede a comparar las economías de Asia con las de América Latina. Para este autor, tanto en China como en Corea hay una unificación de intereses de los sectores productivos para lograr un tipo de cambio adecuado con el objetivo de conseguir una mayor industrialización. En cambio, tanto en Brasil como en Argentina, los intereses de los sectores empresarios sobre este tema no están unificados, sino que aparecen con posiciones enfrentadas. En nuestro país, teóricamente, podemos identificar los poderosos intereses en juego:

• A los empresarios industriales les interesa un tipo de cambio alto, que les permita exportar sin problemas y que actúe como valla para las manufacturas importadas; les favorecería una depreciación de la moneda.
• A los sectores financieros y a las inversiones extranjeras que remesan fondos al exterior les interesa un tipo de cambio estable o apreciado que reduzca la inflación;
• A las empresas importadoras un tipo de cambio apreciado;
• Al sector tradicional (el agropecuario) le interesa fundamentalmente la reducción de las retenciones a la exportación, con un tipo de cambio estable que permita controlar a la inflación y lograr una integración primaria internacional.

De todas formas las posiciones en la realidad social no son tan claras ni lineales, ya que hay un entretejido de intereses y un cruzamiento de inversiones entre el campo y la industria, además de una posición tradicional en el empresario contrario a la intervención estatal y a favor de la liberación de la economía, que explica la existencia de corrientes internas y posiciones enfrentadas sobre este tema, tanto en la Unión Industrial como en otras instituciones empresarias. Con respecto a los trabajadores, el tipo de cambio afecta el precio de los alimentos y de otros productos de consumo: se suele sostener entonces que una depreciación monetaria implicaría el aumento de estos precios y, por lo tanto, una disminución del salario real. Es cierto, pero hay otro factor en juego: el nivel de ocupación. Un tipo de cambio apreciado, que evita la inflación, pero que produce un elevadísimo nivel de desocupación, como ocurrió a fines de los años ’90 con la convertibilidad, no es funcional a los intereses de la clase trabajadora. La política que más la beneficia es la de un tipo de cambio alto con retenciones a la exportación móviles, para que no afecten al salario real, pero que permita la existencia de gran actividad, con tecnología que incremente la productividad y genere una creciente demanda de fuerza de trabajo, lo que aumenta la posibilidad de lograr aumentos salariales nominales y reales. Las presiones que ejercen los distintos sectores sobre la política a seguir respecto al tipo de cambio es uno de los temas centrales de la política económica.

Fuente

2 comentarios:

MAGAM dijo...

Excelente post Bogieheureux!!!
Saludos

Bogieheureux dijo...

Gracias por la visita

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