lunes, 1 de agosto de 2011

El Tea Party: un club de chantajistas

Tras meses de áspera discordia, legisladores republicanos y demócratas votarán este lunes un acuerdo apoyado por la Casa Blanca para elevar el techo de endeudamiento de Estados Unidos. El Senado, dominado por los demócratas, aprobaría el pacto que recorta unos 2,5 billones de dólares del déficit en los próximos 10 años. Pero éste podría enfrentar una mayor oposición en la Cámara de Representantes, donde tanto los partidarios del movimiento conservador Tea Party y legisladores progresistas han expresado su descontento. El anuncio del acuerdo lo hizo Obama unos minutos antes de la apertura de los mercados financieros en Asia, los cuales mostraron señales de alivio con las acciones y el dólar trepando y el oro retrocediendo. Pero los inversores aún están cautos porque el acuerdo debe ser aprobado y porque persiste la posibilidad una rebaja en la calificación. Las agencias calificadoras podrían considerar que este plan no lo hace suficiente para reducir el déficit. Lo que hizo Obama, en realidad, fue anunciar un acuerdo que solo comenzará a existir cuando este sea aprobado. Un acuerdo que parece levantar enormes ampollas. Los demócratas no digieren la idea de que no haya un aumento paralelo de impuestos y que el presidente haya aceptado recortes en los programas de ayuda en salud a personas mayores y de menores recursos. El claro ganador es el Tea Party que surgió ante el advenimiento de Obama a la presidencia cuando sus adversarios políticos y sus enemigos (el color de su piel, sus ideas sobre la asistencia médica gratuita para todos) esparcieron infundios sobre la “socialización del país”. Sus partidarios reivindican su ideología basándose en la más rancia tradición: el momento en que los colonos decidieron arrojar al mar cargamentos de té (1773), como protesta a nuevos impuestos que deseaba crear la corona de Inglaterra. Ellos siguen aferrados a las ideas que movilizaron entonces a los nativos de aquella colonia inglesa a iniciar la guerra de la independencia. Sus ideas centrales (las únicas que tienen) son: no intromisión del Estado en la vida de los ciudadanos y pago mínimo de impuestos. Quizá estos representantes del Tea Party no sepan que nunca, desde entonces, el Estado ha dejado de participar en la vida económica de los Estados Unidos, especialmente en forma de subvenciones a las industrias del automóvil, la industria aeronáutica, la investigación científica, la producción agrícola y la enseñanza. Fruto de esas subvenciones son la Universidad de California, la Universidad de Indiana, la Universidad de Michigan. El acuerdo entre Obama y el sector moderado del Partido Republicano tendrá que pasar la prueba de fuego en el Congreso, particularmente, entre ese sector de casi 70 congresistas republicanos que deben su lealtad al Tea Party y que, al parecer, serán los que tendrán la última palabra al conceder el apoyo necesario para lograr un voto positivo en la Cámara de Representantes. Mientras ese apoyo termina de materializarse (o esfumarse), una cosa es cierta: los grandes vencedores del pulso entre Obama y el liderazgo republicano son precisamente los legisladores del Tea Party.

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