domingo, 17 de julio de 2011

Los republicanos se resisten a cualquier acuerdo que evite la quiebra de EE UU

Lo que torna tan difícil una "gran negociación" bipartidaria no son tanto las cifras del presupuesto, sobre las cuales se podría llegar a un acuerdo mediante mutuas concesiones, sino más bien los principios regentes de cada partido, que no son suficientemente flexibles como para conciliar las diferencias. Para combatir la deuda pública, Obama quiere reducir el déficit, por medio incluso de un aumento de impuestos para las empresas y los estadounidenses más ricos. Los republicanos del Congreso, encabezados por un conjunto de legisladores más jóvenes, quieren un gobierno mucho más pequeño e impuestos más bajos. Los dos objetivos no pueden ser más diferentes. El Congreso Yanqui esta dividido entre una Cámara de Representantes controlada por los republicanos y un Senado controlado por los demócratas. A su vez los republicanos estan divididos. De un lado están los conservadores de más edad y mayor jerarquía -como los dos líderes establecidos, el presidente de la Cámara, John Boehner, y el senador Mitch McConnell, líder de la minoría-, quienes recuerdan las luchas por el presupuesto y los reveses sufridos por los republicanos en la década de 1990, y que quieren llegar a un acuerdo. Del otro lado están los orgullosos e inflexibles legisladores jóvenes simpatizantes del Tea Party, cuyas filas se vieron beneficiadas por las ventajas conseguidas por los republicanos en las elecciones legislativas. Por su parte, Obama intenta, con la ayuda de un grupo de senadores moderados de ambos partidos, una solución intermedia y provisional que evite una catastrófica suspensión de pagos del Gobierno de Estados Unidos. Pero incluso esa alternativa, que va madurando discretamente en medio de una enorme tensión política en Washington, corre el riesgo de ser rechazada por la Cámara de Representantes, donde el sector radical del Partido Republicano está decidido a llevar al país al abismo antes que permitir que la Administración siga endeudándose. "Se nos acaba el tiempo", ha dicho hoy Obama. "Tienen horas para presentarme sus propuestas; si me ofrecen un plan serio, yo estoy dispuesto a aceptarlo". Las palabras de Obama no parecen haber impresionado a la oposición, que ha prometido seguir adelante con su idea de combatir como sea el déficit público sin recurrir a ningún tipo de incrementos fiscales. Sin un acuerdo para la reducción del déficit, los republicanos se niegan a permitir un aumento del límite de endeudamiento del Gobierno, un paso imprescindible para que EE UU pueda seguir asumiendo los pagos que le corresponde a partir del 2 de agosto. Lejos de ofrecerse conciliadora, la oposición ha anunciado que presentará la próxima semana en la Cámara "un verdadero proyecto antidéficit", que incluye una reducción del gasto público de más de seis billones de dólares en una década y la propuesta de una enmienda constitucional para obligar a cualquier Gobierno en el futuro a presentar presupuestos sin déficit. Esa iniciativa aleja aparentemente cualquier opción de acuerdo. La imagen de solvencia de EE UU, que ya se ha deteriorado notablemente, quedará hecha añicos si se llega a suspender pagos. Por esa razón, al mismo tiempo que se anuncia firmeza en las posiciones, algunos senadores negocian con la Casa Blanca una fórmula que permita evitar la catástrofe. Se trataría de una solución que le permita al Gobierno asumir nueva deuda sin incluir recortes de los programas sociales ni aumentar impuestos. Es decir, una salida para sortear el plazo del 2 de agosto pero sin abordar seriamente el asunto del déficit. Los líderes demócrata y republicano en el Senado, Harry Reid y Mitch McConnell, negocian personalmente esa opción. Pero a esta altura del partido, resulta muy difícil de creer en estos momentos que la Cámara de Representantes vaya a aceptar un arreglo de esas características. Los republicanos en esa institución llevan diciendo desde hace meses que no van a autorizar nueva deuda si el Gobierno no se compromete a recortar el gasto, incluido (y muy especialmente el gasto social, entiendase dejar a los enfermos pobres sin atencion medica morirse como perros y dejar a los viejos sin pensión hasta que el hambre los mate). Para ellos esto no es una táctica electoral, es una posición filosófica (muy Nietzsche, el ideólogo de los nazis) y, desde su óptica, una prueba de coherencia. Para eso fueron enviados por los ciudadanos a Washington, para pararle los pies al Gobierno, y eso es precisamente lo que están haciendo. No importa si para conseguirlo tienen que llevarse por medio a toda la nación y poner en jaque a la economía mundial.

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