jueves, 3 de marzo de 2011
Wisconsin, epicentro de un terremoto político en EE UU
El Senado del estado estadounidense de Ohio ha aprobado, sumándose a Wisconsin y otros Estados en la campaña de varios gobernadores republicanos contra el déficit, una propuesta de ley que recorta los derechos sindicales de los trabajadores públicos. La medida propuesta, que restringe su capacidad de negociación sindical e impide las huelgas, ha sido aprobada por 17 votos a favor frente a 16 en contra y pasará ahora a la Cámara de Representantes, donde se espera que también sea aprobada. Las protestas sindicales se han extendido durante las últimas semanas en diversos estados de EE UU. La polémica surgió en Wisconsin por la audacia de un gobernador republicano, Scott Walker, que, espoleado por el avance de las ideas conservadoras en las elecciones de noviembre y forzado por la lastimosa situación financiera del Estado, decidió atacar el problema presupuestario desde dos frentes, el económico y el ideológico. La iniciativa de Walker inmediatamente fue elogiada por los comentaristas conservadores y por otros gobernadores republicanos, que prometieron copiarla en sus Estados. El propio Walker se convirtió en un héroe de la derecha, que lo pone como ejemplo y lo anima a buscar la Casa Blanca. La razón de esos elogios es que, con su ley, Walker se había atrevido a señalar al corazón del problema del déficit y la deuda nacional: los privilegios de los funcionarios y los abusos sindicales. Esta propuesta no quedó, por supuesto, sin respuesta de quienes se sentían el blanco del ataque conservador: los trabajadores públicos de Wisconsin, los sindicatos y el Estado federal, representado por el propio Barack Obama. "Yo no creo que se haga ningún bien a nadie cuando los trabajadores públicos son denigrados, vilipendiados o privados de sus derechos", dijo el presidente al dirigirse a una reunión de gobernadores. Los trabajadores ocuparon el Congreso de Wisconsin -sin violencia porque es de libre acceso a todos los ciudadanos-, los demócratas de ese Estado se negaron a participar en el debate de la ley y huyeron a Estados vecinos para no ser obligados por la policía a acudir a sus escaños, como el gobernador, en uso de sus potestades, ha ordenado hacer. En esa batalla los republicanos están comprobando, por ahora, que no es tan fácil cumplir el programa revolucionario que prometieron, mientras que los demócratas han recuperado cierta confianza en sus fuerzas. Por otra parte, la Clinton participa estos días en una misión no menos difícil: defender los presupuestos de la política exterior de Estados Unidos, seriamente amenazados por los republicanos en el Congreso. Clinton ha advertido de que, si se cumplen los planes de la oposición, el liderazgo norteamericano en el mundo y la seguridad nacional de este país se verán en peligro. Una retirada del mundo en toda regla es lo que está intentando el sector ultraconservador que domina actualmente el Partido Republicano. La Cámara de Representantes aprobó en febrero una reducción del 16% del presupuesto de la agencia de ayuda exterior de Estados Unidos (USAID, en sus siglas en inglés). Si esa propuesta es respaldada por el Senado, "tendrá consecuencias devastadoras por la seguridad nacional", ha advertido Clinton. Los republicanos quieren reducir casi a cero las contribuciones norteamericanas a Naciones Unidas y a otros organismos internacionales, pretenden eliminar el dinero que se destina a la formación de técnicos y cuadros políticos en el extranjero y quieren cerrar los medios de comunicación que el Gobierno estadounidense financia para difundir sus valores en distintas partes del mundo. El conservadurismo inspirado por el Tea Party, a diferencia de sus hermanos neo-con, no es intervencionista y expansionista sino aislacionista y provinciano. El desastre economico recién ahora se esta traduciendo en terremoto político.
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