Desde 2008, la Fed y sus contrapartes han intervenido en una escala sin precedentes respaldando un sistema que varios economistas serios dan por irrescatable. Otros califican esos paquetes de inconclusos. Los sabiondos difieren notoriamente en cuanto a políticas económicas, financieras y malos hábitos de los mercados. Por ejemplo, David Wessel (Wall Street Journal) ubica la causa de la catástrofe en el triunfo de la especulación a expensas de la industria norteamericana. Joseph Stiglitz y Paul Krugman (Nobel 2001 y 2008) sospechan que el capitalismo anglosajón tiene la culpa. En realidad, estas crisis carecen de fuente unívoca. Con matices, casi todos los analistas sostienen que los funcionarios claves encararon, generalmente sin mucha confianza en sí mismos, el alud desatado a fines de 2007. El elenco incluye Benjamin Bernanke, Henry Paulson –secretario del tesoro bajo George W.Bush- y su sucesor, Timothy Geithner, entonces presidente de la RF neoyorquina. Resulta difícil disentir con las duras críticas de Wessel a Alan Greenspan, antecesor de Bernanke. Si alguien debiera haber actuado a tiempo para evitar la crisis elevando tasas y ahogando el auge de malas hipotecas vía regulaciones más estrictas, ése era Greenspan. Pero éste había echado por la borda su propia crítica de 2003 a la “exhuberancia irracional de los mercados”. Si se buscan planteos más ácidos, debe acudirse a Mark Zandi, allegado a Moody’s Investors Service. Al incursionar en causas socioeconómicas, pone en la picota el auge de malas hipotecas, las desgravaciones impositivas de George W.Bush que promovieron endeudamiento de todo tipo y, en lo financiero, exóticos instrumentos especulativos, mal manejo de riesgos, etc. Todo enmarcado en el papel ambiguo de las agencias calificadoras (Moody’s inclusive) y la inadecuada regulación.
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