miércoles, 26 de enero de 2011

China absorbe la experiencia alemana y se convierte en actor principal

En franjas que abarcan no sólo paneles solares, sino también energía eólica, redes de telecomunicación, transmisión eléctrica y trenes de alta velocidad, las empresas orientales se ubican ya a la par con sus contrapartes occidentales, a menudo tras “reinnovar” técnicas absorbidas vía emprendimientos conjuntos. Otto von Bismarck inspiró la reforma Meiji en Japón (1868). Hoy ambas experiencias son objeto de estudio y emulación en China. El punto es claro: ¿cómo hizo Alemania para cambiar y crecer en el siglo XIX? ¿cómo se explican los nexos del siglo XX entre Berlín y Beijing? Beijing supera a Berlín como máxima exportadora de valor agregado y su superávit comercial con los teutones rozaba en 2010 casi 17.000 millones de euros. De hecho, los chinos se han lanzado al asalto de la fortaleza económica europea –Alemania- y apunta a las áreas industriales claves. En otras áreas, por ejemplo máquinas para la construcción, máquinas herramientas, vehículos o ingeniería eléctrica, también se destacan. Así, compañías como Sany (equipos para la construcción) o Shanghai Electric se aprestan a competir. A primera vista, pues, parece como si la mayor economía de la UE perdiese posiciones en actividades tradicionales centrales. En ingeniería mecánica –sector que emplea 910.000 trabajadores, uno de cada veinte en Alemania-, China ha tomado la delantera. Su participación en el mercado global (25% en 2009) prácticamente dobla la de los germanos. Pero la historia de los nexos sinoalemanes es compleja, como lo subraya el caso Tognum, fabricante de insumos de primera calidad para buques, trenes y la industria petrolera. Cuando la neocelandesa KiwiRail se convirtió en la primera del mundo emergente en comprar locomotoras chinas, insistió en que los motores fuesen provistos por Tognum. ¿Por qué? Porque los chinos aún no tienen redes de servicio y mantenimiento fuera de su propia región, o sea el punto fuerte de los alemanes. Esta clase de factores puede ser una amenaza para algunos, pero una ventaja para otros, como en el caso de Tognum. La clave reside en características típicas de la industria germana desde Bismarck en adelante: ingeniería, inventiva y especialización en nichos de mercado y productos de avanzada tecnológica. Eso cubre autos Porsche o Mercedes Benz, cortadoras Trumpf, químicos y siderurgia. Existen historias en común. Por ejemplo, Heidelberger Druckmaschinen, líder mundial en impresoras que acaba de producir su milésima máquina cerca no de Heidelberg sino de Shanghai. Allá la firma fabrica unidades de similar calidad a las entregadas en la Unión Europea, pero menos complejas y a precios más competitivos. Hay otro factor que remite al pasado: Alemania no sólo es el mayor socio comercial de China, también es su primer proveedor de tecnología. Con un inconveniente: los ejecutivos europeos se quejan por la proliferación de “transferencias compulsivas”, las presiones para subcontratar empresas locales o entregar a organismos estatales información detallada sobre proyectos. Sin embargo, las antiguas y presentes relaciones con China resultan finalmente valiosas para Alemania. Tal es el caso de Bosch, que viene haciendo negocios durante más de cien años y hoy emplea 30.000 personas en 46 plantas y talleres.

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