Al frente del crecimiento mundial, Beijing prioriza el consumo y, junto con Washington, mantiene estímulos sistémicos. Por el contrario, Londres proclama –otra vez- el fin de John Maynard Keynes y adopta una receta monetarista para evitar la recesión. China pondrá más énfasis en el gasto de las personas que en las exportaciones, aunque sin dejarlas de lado. Mientras tanto, el gabinete de coalición británico encabezado por el conservador David Cameron aferrado a la ortodoxia neoclásica lanza un programa de austeridad más duro que los de Alemania, Francia o España. George Osborne, ministro de economía, sostuvo el miércoles que “Keynes es sólo una memoria y sus ideas ya no cuentan en Europa occidental. Los británicos hoy deben aceptar un aumento de la edad jubilatoria de 65 a 66 años en esta fase y una reducción de US$ 130.000 millones en el gasto fiscal”. Ello significa casi 500.000 despidos en el sector público, inclusive el militar. Por supuesto, el extremismo monetarista de Albión no tiene el peso de los ensayos keynesianos de China o EE.UU. En verdad, en volumen esa economía va a la zaga de Alemania, Francia y aun Italia.
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