sábado, 7 de agosto de 2010

Lecciones chinas

Los liberales yanquis le recomiendan a China que no debería pasar de inmediato a una política de salarios altos. Sin embargo, China hace oidos sordos a palabras necias. Los Estados unidos ya no fabrican cosas. En su "sabiduría", los políticos, los expertos académicos y los dirigentes empresariales cedieron su base industrial al Sudeste Asiatico. Desde entonces, el déficit comercial yanqui es inmenso, tienen billones de dólares de deuda, sus infraestructuras (carreteras, puentes, puertos, acueductos) están pidiendo arreglos a gritos y los estados y municipios van a la ruina. Al mismo tiempo estan librando dos costosas guerras, que parecen tener con cada día que pasa cada vez menos sentido; la distancia entre ricos y pobres se ensancha; el sistema de atención sanitaria (aun con las tibias reformas cuyo efecto se prevé para 2014) han entrado en una espiral fuera de control; y el sistema de educación pública —antaño fuente de orgullo nacional— resulta escandalosamente ineficiente en su rendimiento. ¿En qué categorías encabeza el mundo Estados Unidos? En dos campos: la obesidad infantil y el encarcelamiento penitenciario. También son los primeros del mundo en uso de drogas, juicios, tenencia de armas, embarazos adolescentes, consumo de energía y endeudamiento mediante tarjetas de crédito. Y ahora tomemos el caso de China. La respuesta del gobierno chino a las recientes huelgas de la industria automovilística resultó una sorpresa para los observadores más veteranos, sobre todo para quienes guardaban aún frescas en su memoria las imágenes de la Plaza de Tiananmen. Inusitadamente, el gobierno no tomó medidas enérgicas cuando los trabajadores de Repuestos Foshan Fengfu, uno de los proveedores de piezas de Honda en la provincia de Guangdong, se declararon en huelga exigiendo salarios más altos. Por el contrario, el gobierno chino se contuvo y observó, aunque cayeran piezas del dominó, a medida que la fiebre huelguística se extendía a lo largo y ancho del corazón fabril de la China meridional, mientras decenas de miles de trabajadores se movilizaban e insistían en salarios más elevados. Es sintomática la tolerancia del gobierno. La explicación es que China intenta promover mayores salarios no sólo como forma de reducir la distancia entre ricos y pobres (que Beijing considera una amenaza potencial al Partido Comunista) sino de proporcionar más efectivo a los ciudadanos para que lo gasten en productos nacionales. Beijing quiere que los trabajadores chinos puedan comprar más productos chinos, recordando la innovadora noción de Henry Ford de conceder salarios lo bastante altos a los trabajadores como para que pudieran permitirse adquirir el modelo T que fabricaban. Las huelgas en demanda de mayores salarios están muy en consonancia con una amplia tendencia del desarrollo económico chino. Aparentemente, el endeudamiento gracias a escalofriantes y desbocadas tarjetas de crédito no les llama la atención como “remedio” adecuado. Compárese la visión china con el sentimiento antisindical reflejo que se encuentra en los Estados Unidos. En lugar de reconocer las evidentes ventajas de una clase media próspera —y reconocer el papel del sindicalismo organizado en el sostenimiento de esa clase media— hay un movimiento miserable, de espíritu mezquino, en ese país, encabezado por el Partido Republicano y los Estados Unidos empresariales dirigido a atacar a los sindicatos. En lugar de regocijarse por el hecho de que bomberos, policías y demás empleados públicos todavía ganen lo bastante como para aportar su contribución a la economía, piden a gritos que se les recorten salarios y prestaciones, con vistas a destruir los sindicatos de empleados públicos igual que destruyeron a los UAW [United Auto Worker, del sector automovilístico] y los Steelworkers [siderurgia]. El declive de la afiliación sindical coincide con el declive de la economía y ambos guardan conexión. Sin la red de seguridad de los salarios sindicales, cada vez hay menos gente que puede permitirse productos y servicios nacionales. Los chinos se han dado cuenta de ello. De hecho, lo más probable es que observaran el ejemplo de los Estados Unidos mientras hacían los cálculos.

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