domingo, 15 de agosto de 2010

España no tenía hipotecas basura pero ha sufrido la recesión con especial intensidad

Principios de agosto de 2007. Hacía ya dos meses que el banco de inversión norteamericano Bearn Stearns había dado a conocer al mercado las graves pérdidas de dos de sus fondos que invertían en hipotecas de alto riesgo, también conocidas como hipotecas 'subprime' o 'basura', concedidas a personas sin ingresos estables que no fueron capaces de responder a los compromisos cuando los tipos de interés rebasaron en Estados Unidos el 5,25%. Hasta entonces, ninguna alarma seria había llegado hasta España. La economía española acumulaba un largo periodo de bonanza, con crecimientos del Producto Interior Bruto (PIB) cercanos al 4% anual, y las Administraciones Públicas se enorgullecían de presentar cuentas con superávit cuando llegaron a Europa los primeros impactos de la crisis inmobiliaria en pleno desarrollo en Estados Unidos. El 9 de agosto BNP Paribas congeló los reintegros de tres fondos de inversión que habían realizado colocaciones vinculadas a créditos hipotecarios. La aseguradora Axa, el banco privado francés Oddo, el fondo Union Investment de las cajas alemanas, el Frankfurt Trust y el banco público germano WestLB se vieron pilladas en la misma trampa por esas fechas, y los temores se fueron extendiendo por la Unión Europea. Se produjo el primer episodio de sequía en el mercado interbancario, y el BCE suministró los primeros 95.000 millones de euros. En España, el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, se limitó a decir que el mercado hipotecario español nada tenía que ver con el de Estados Unidos, la incidencia de 'subprime' era casi inexistente y los índices de morosidad estaban en niveles muy bajos. Pero los episodios de sequía de liquidez en el mercado mayorista del dinero se han reproducido desde entonces y la economía real se contagió poco a poco de la enfermedad de los sistemas financiero y asegurador. Las autoridades estadounidenses, que habían optado por el rescate de las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, dejaron caer a Lehman Brothers, y aunque después ayudaron a reflotar Merrill Lynch y AEG, el mal ya estaba hecho. La desconfianza colocó a las finanzas y la economía mundiales al borde del colapso. No se han recuperado desde entonces. España no tenía productos basura, pero las empresas y las familias se habían endeudado muy por encima de sus posibilidades, y se construían 700.000 viviendas al año para una demanda que, en el mejor de los casos, no superaba las 400.000. En torno a la producción de casas y al sector del turismo giraba casi un tercio de la actividad econòmica española. Mientras, en el exterior se sucedían las quiebras bancarias y los rescates, y afloraban escándalos como la estafa piramidal del magnate estadounidense Bernard Madoff, el mayor fraude financiero de la historia; el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinflaba con rapidez el crecimiento español y acarreaba secuelas indeseables: el muy rápido incremento del paro hasta el 20%, el aumento de la morosidad que ahora ronda el 5% y pasa del 8,7% si se suman las adjudicaciones de pisos y suelo a bancos y cajas, y la escalada de los números rojos de las cuentas públicas. Pese a que el BCE corrigió pronto el tiro y redujo el precio oficial del dinero al 1% en la zona euro, muchos hogares españoles, muy endeudados y con ingresos menguantes, dejaron de pagar las letras al banco. La factura de la protección social y el descenso de la recaudación tributaria dispararon el déficit de las administraciones públicas hasta niveles desorbitados.

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