Mientras que todos los analistas ponen sus ojos en Grecia o España, el gobierno italiano debe enfrentar los problemas derivados de un enorme endeudamiento, que ya roza el 130% del PBI y equivale a cinco veces la deuda griega. La crisis financiera global, que alcanzó su punto máximo en 2009, obligó a la mayoría de los países desarrollados a apelar a todos los mecanismos disponibles para volcar a sus economías miles de millones de dólares para salvar bancos y evitar caer en una larga y profunda recesión, al estilo de la de los años treinta. Su objetivo era muy claro: canalizar enormes partidas presupuestarias para crecer a través de programas de inversión pública, con el único objetivo de oxigenar a la economía y evitar que las quiebras se multipliquen. Si algo aprendió el mundo en estas últimas décadas, gracias a las fechorias del FMI y sus recetas, fue que aplicar el “apretón fiscal” para realinear las cuentas públicas es un remedio peor que la enfermedad. Por eso, ahora que no se trataba de “paises parias”, ni de “estados fallidos”, sino de los paises “serios, ricos e industriales” se aplicaron políticas expansivas al máximo. Estos programas fueron financiados con la emisión masiva de nuevas deudas que, en algún punto, superaron la cota de la racionalidad. Ha ocurrido algo similar a cuando los bomberos combaten un incendio: el objetivo esencial es el de controlar las llamas, sin preocuparse por como quedará el mobiliario o las alfombras. Pero ahora sí ha llegado el momento en el que los diferentes gobiernos comienzan a evaluar el estado de sus casas, si corren peligro de derrumbe y de qué forma volverán a poner las cosas en orden. Nadie dudó, en medio del caos, de que dicha ayuda era necesaria. Sin embargo, las consecuencias se verán en los próximos trimestres, cuando varios Gobiernos deban hacer frente a la excesiva deuda contraída y a punto de vencer. Sin dudas que dentro del vecindario europeo la peor parte la llevó Grecia. Aunque España, Portugal e Irlanda también tienen que lamentar importantes daños. Por eso todos los analistas ponen sus ojos en Grecia o España, pero el gobierno italiano también debe enfrentar los problemas derivados de un enorme endeudamiento, que ya roza el 130% del PBI y equivale a cinco veces la deuda griega. Bélgica también plantea profundas preocupaciones. Irlanda y Grecia son los dos países que tienen mayor posibilidad de entrar en bancarrota. Italia ocupa el quinto lugar luego del Reino Unido y por delante de Francia. Italia presenta los mismos problemas fiscales que Grecia, en cuanto a su origen. Esto es, una elevada deuda pública, tanto en términos nominales como neta y un voluminoso compromiso de pago de intereses. Los funcionarios italianos han tratado de impedir que se incluya a Italia en la misma bolsa que estos países, debido a la preocupación generada respecto de su capacidad para controlar sus déficits y deudas. Sin embargo, el gobierno de ese país se encuentra con las manos muy atadas para salir en rescate de su endeble economía. Sencillamente, porque ya está endeudada hasta el cuello: debe más dinero que su PBI anual. A fines del 2007 debía exactamente el 104% de la riqueza que produce anualmente. En 2009 pasó al 110%. Y se estima que para el 2010 el porcentaje se incrementará al 127,3%. De este modo, la península itálica ocupará el primer lugar en el ranking de endeudamiento, superando cómodamente a Grecia, Bélgica, Portugal y el Reino Unido. Italia tiene una deuda de cerca de 1,8 billones de euros. Representa alrededor de un cuarto de la deuda de toda la Eurozona. Esta enorme deuda pone en aprietos a los diferentes sectores económicos del país, ya que pese a las dificultades que atraviesan, no reciben la ayuda que solicitan. En tal sentido, el año comenzó con claras preocupaciones en uno de los sectores clave de su economía: el del automóvil, que en el país es sinónimo del poderoso grupo turinés Fiat. Acuciados por la crisis, España, Portugal y Grecia vieron reducida la calificación de su deuda. Una peor nota supone que los países tienen que pagar más intereses a la hora de restituir el dinero que le prestaron. Y pagar más intereses supone menos recursos para saldar la deuda.
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