lunes, 26 de octubre de 2009

Made in China

La transformación productiva de China y su inserción internacional son fruto de una estrategia planificada y coordinada de su gobierno. La estrategia de crecimiento con orientación exportadora ha estado basada en la generación de condiciones para la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) y su orientación hacia sectores específicos y un tipo de cambio competitivo y estable. Cada elemento fue delineado y ejecutado por el gobierno chino, o llevado a cabo por la iniciativa privada bajo la mirada atenta del Estado. El esquema de transformaciones ha tenido un carácter gradual ya que el alcance de cada una de las medidas se ampliaba una vez probada su eficacia. Ello apuntaló la solidez del modelo de crecimiento elegido. Estados Unidos, en cambio, parece haber adoptado medidas que bien podrían ubicarse en las antípodas de su par asiático. Las políticas que rigieron los destinos de la principal economía mundial antes de la crisis adolecieron de falta de planificación y mostraron una excesiva laxitud para la regulación de sus mercados. China ha mostrado una enorme capacidad de reacción, así como la disponibilidad de recursos para financiar políticas públicas; algo en lo que se diferencia de otros países en desarrollo. Ante la retracción de las exportaciones derivada de la crisis internacional, que cuestionó el que hasta entonces había sido el pilar central de su modelo de desarrollo, la reacción fue el impulso de la demanda interna a través de un importante paquete de medidas fiscales. Se anunció un incremento del gasto público de 4 billones de yuanes, el 15 por ciento de su PIB de 2008 (aproximadamente unos 600 mil millones de dólares, el equivalente a dos veces el Producto Bruto de la Argentina). El paquete de medidas dado a conocer a finales del año pasado incluye obras de infraestructura de gran envergadura y de varios años de duración, como así también medidas que apuntan a la mejora en las condiciones de vida y la reducción de la inequidad. A la fecha, el gobierno chino evalúa positivamente el cumplimiento de sus metas, y la economía muestra señales de crecimiento a tasas elevadas, aunque ligeramente menores a las de años anteriores. El crecimiento esperado al término de 2009 asciende al 8 por ciento. Hasta el desencadenamiento de la crisis, China supo aprovechar el contexto de crecimiento mundial para insertarse en la economía global y crecer a través de la expansión constante de sus ventas externas. Dicho crecimiento se dio con una contracción relativa en el consumo asociada a salarios reales relativamente bajos, que han sido una de las fuentes de su competitividad.

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