viernes, 29 de mayo de 2009

Noruega, un modelo exitoso

Apelando quizás a una tendencia vikinga –navegar contracorriente en aguas agitadas-, los noruegos se aferran al estado de bienestar que los suecos han abandonado en aras del mercado. Pero, mientras otros derrochaban, ellos ahorraban, o cuando sus vecinos disminuían el papel del estado, ellos lo profundizaban. Durante años, medios como el “Financial Times” o el “Wall Street Journal” anunciaban el colapso de ese “modelo paternalista de la cuna a la tumba”. Sin embargo, en medio de las peores turbulencias occidentales desde la depresión norteamericana de 1933/7, el producto bruto interno noruego logró subir casi 3%. En lo tocante al estado, obtuvo un superávit fiscal de 11% en términos de PBI y no tiene deuda externa. Por el contrario, Estados Unidos acumulará en el ejercicio 2008/9 un déficit de 12,9% (según igual parámetro) y una deuda pública de US$ 11 billones, o sea 65% del PBI. Los 4.800.000 habitantes de los fiordos gozan, sí, de una ventaja estratégica: su país de 325.000 km2 (poco más que la provincia de Buenos Aires) es el tercer exportador mundial de petróleo crudo. En 2008, año que marcó el pico de precios en Londres sus ingresos en ese rubro alcanzaron US$ 68.000 millones. Desde ese momento, cedieron, pero Noruega no ha caído en las trampas habituales de sus colegas exportadores. En vez de gastar alegremente sus riquezas, dictaba leyes para que los ingresos petroleros se depositasen en el fondo soberano. A su vez, éste los colocaba alrededor del planeta. Hoy esa cartera está a punto de convertirse en la mayor del mundo. Naturalmente, Noruega carece de jeques paseándose en Cadillac de oro ni levantando hoteles de siete estrellas. Tampoco, claro, arriesga ceses de pagos como el de Abu Dhabi. Los bancos permanecen en general líquidos y sus políticas de crédito son prudentes. Representan apenas 2% del PBI y, gracias a una estrecha supervisión gubernamental sobre sus prácticas financieras, han evitado los desastres de Gran Bretaña, Islandia, Irlanda o Estonia, Pero, por otro lado, no han dejado de prestar a individuos y empresas. Este panorama no evita que la oposición conservadora sostenga que petróleo y estado de bienestar están corrompiendo el espíritu nacional. Así, hace poco tuvo desmedida difusión un estudio originado en Londres, según el cual los noruegos trabajan menos horas que el resto de las democracias industriales. Por tanto, “el estado de bienestar fomenta el ocio”. Por ende, la ”ilusión de prosperidad acabará esfumándose”. Pero ese horizonte parece remoto. Mientras tanto, no hay contaminación, sobra el trabajo y el estado de bienestar es omnipresente, aun en los estratos más pobres o marginales.

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