domingo, 13 de julio de 2008

La tierra del estanciero

La expresión “granero del mundo” quedó grabada en la mente de muchos argentinos como una época de oro de nuestra economía. Pero, la Argentina no era a principios del siglo XX el primer exportador agropecuario del globo (en 1907 sólo se ubicaba tercero después de EE.UU. y Rusia) y sería más apropiado llamarla estancia vacuna. El censo de 1914 mostraba que la propiedad de la tierra era de muy pocos: el 5 por ciento de los propietarios disponía en 1914 del 55 por ciento de las explotaciones. La poderosa oligarquía que gobernaba el país tenía al menos tres principales características. Primero, una cultura fuertemente rentística, pues sus principales ingresos provenían de las extraordinarias ganancias que les brindaba la renta de la tierra. Segundo, una conducta antidemocrática ya que se perpetuaba en el poder mediante el fraude electoral y la interdicción de sus opositores. Tercero, una visión del mundo que pensaba a la Argentina como una especie de “colonia informal” del Reino Unido, el principal comprador de sus productos. A esa oligarquía no le era necesario o no le interesaba invertir en capitales de riesgo. De esa manera, para crear la infraestructura que el aparato agroexportador requería (transportes, puertos, urbanización, bienes de capital) los aportes vinieron casi en su totalidad del exterior. Pero quizás la característica fundamental de los “dueños de la tierra” fue siempre su negativa a pagar sus impuestos. Yrigoyen no pudo imponer en sus gobiernos un impuesto sobre los réditos (tuvo tres intentos fallidos en 1919, 1922 y 1924), que el Senado, con mayoría conservadora, le negaba, y hubo que esperar hasta 1932, después del estallido de la crisis de los años ’30, para su aprobación legislativa. En el curso de la historia argentina la concentración de la propiedad rural no sólo significó un obstáculo a la materialización de potenciales encadenamientos productivos hacia la industria, sino que frenó, a través del poder político de la elite propietaria, todo intento de gravar las ganancias extraordinarias de ese sector, ni con un impuesto a la renta de la tierra ni a través de un arancel sustancial a las exportaciones. En su memoria de 1964, la Sociedad Rural Argentina califica como injusto e inconveniente que el campo sea gravado porque constituye la “fuente básica de la riqueza, sobre la que se estructura la vida económica de la nación”.

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