miércoles, 11 de junio de 2008

La investigación y el desarrollo económico

La sociedad en la que vivimos está inmersa en un cambio constante impuesto en buena medida por el desarrollo rápido y continuo de nuevas tecnologías. El crecimiento económico y el bienestar social dependen de la competitividad de las empresas y esta de su capacidad de innovación tecnológica. La competitividad depende cada vez menos de los factores productivos tradicionales como son la disponibilidad de materias primas y la mano de obra barata, constituyendo el conocimiento el factor productivo predominante y la clave a la hora de maximizar la función de producción de las economías nacionales.

La innovación es sinónimo de producir, asimilar y explotar con éxito una novedad científica o técnica en las esfera económica, de forma que aporte soluciones nuevas a los problemas y permita así responder a las necesidades de las personas y la sociedad. Por lo tanto, la dinámica del proceso pasa por tres etapas importantes: generación de conocimientos tecnológicos; difusión de esos conocimientos a los usuarios potenciales; y absorción de dichos conocimientos por los usuarios.

Así pues, el punto de partida de este proceso radica en la generación de conocimientos, lo cual está íntimamente relacionado con la investigación científica. Esta se puede definir como el conjunto de diligencias encaminadas a resolver un problema utilizando el método científico, es decir, basándose en el conocimiento de sus principios y causas.

Para que los nuevos conocimientos sean útiles a la sociedad hay que acercarlos al mercado convertidos en productos, procesos o servicios nuevos o mejorados. Esta difusión del conocimiento es tan importante como la creación del mismo conocimiento, como se pone de manifiesto en el ejemplo siguiente. Si se compara la actividad científica en la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, se desprende que existe un desequilibrio manifiesto entre los resultados de Europa en materia de investigación y sus logros en materia de innovación tecnológica y competitividad industrial. Aunque el nivel de investigación básica y aplicada desarrollada en Europa es importante y en la mayor parte de las disciplinas se sitúa en primer plano mundial, las empresas europeas se muestran menos eficaces que sus competidoras japonesas y americanas para transformar los avances científicos en buenos productos industriales y éxitos comerciales.

Por lo tanto, la creación de conocimiento no garantiza por sí misma un crecimiento económico y una mejora en el bienestar social, siendo necesaria, además, la difusión de ese conocimiento y su aprovechamiento por la comunidad científica e industrial.

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