Arturo Frondizi fue uno de los pocos hombres que llegaron a la presidencia con un pensamiento estratégico.
Los militares no podían tolerar tres cosas de Frondizi: su voluntad de reintegrar el peronismo al juego político, su independencia de criterio al conducir la política exterior y el perfil ideológico de Rogelio Frigerio, en el contexto de una política económica audaz. Los sectores castrenses más reaccionarios lo vieron procomunista y le exigieron que rompiera con Cuba, tras el famoso encuentro secreto con el Che Guevara en Olivos. Esto se sumaba a los orígenes de Frigerio y su grupo de intelectuales: la revista Qué -pensadores y profesionales de izquierda- y la organización estudiantil Insurrexit.
El frondicismo es un menú a la carta, en el que cada uno puede elegir el plato que más le gusta. La centroderecha opta por su apertura al mundo y al capital extranjero; la centroizquierda, por el rol director del Estado; los liberales conservadores admiran su apuesta por el Estado de Derecho y por la inversión; los peronistas, su audacia y flexibilidad ideológica. Hasta la izquierda tiene de dónde agarrarse, si repasa las influencias ideológicas frigeristas o la relación con Fidel y el Che.
El menemismo lo reivindicó por su apertura al mundo (convocatoria de capitales externos incluida). El kirchnerismo se siente continuador de su tradición en cuanto a pensar el Estado como guía del proceso económico y promotor de la industrialización.
Para los que militan en el ideario de centroderecha, Frondizi fue un visionario que abrió el país al mundo, y tomó la acertada decisión de convocar al país el capital extranjero.
La realidad es que nadie se adentra demasiado en su pensamiento político, sino que cada uno toma lo que le conviene. Inclusive lo reivindican los dirigentes que hoy defienden el campo, a pesar de que tuvo una posición que podría calificarse como antiagro. Lo que enamora es la añoranza de una visión, y Frondizi tuvo una visión.
Un punto de confluencia es, quizá, su pragmatismo. Frondizi ganó las elecciones de 1958 gracias al pacto con el peronismo y desafiando a su propio partido,
Su pragmatismo se exhibió con crudeza en la "batalla del petróleo". En su libro Petróleo y política , se convirtió en héroe del nacionalismo petrolero, al que luego enfrentó con una política que permitió suscribir contratos de explotación petrolera con multinacionales extranjeras. De defender el monopolio de YPF pasó a convocar a inversores foráneos para que extrajeran el crudo, aunque se lo vendían a la empresa estatal. Y se enfrentó con el poderoso gremio SUPE, defensor del monopolio petrolero estatal. Superó las resistencias y en poco tiempo logró su objetivo de autoabastecimiento energético.
En cambio, la idea de industrializar el país a partir de un fuerte rol del Estado para sustituir importaciones -doctrina difundida en los años 50- cae bien al progresismo y al peronismo. Frondizi decidió dirigir desde el Estado una política para lograr el autoabastecimiento petrolero y así ahorrar divisas para desarrollar la industria pesada (acero, química, autos). Desafió y cambió el paradigma económico predominante, basado en los recursos naturales como ventaja comparativa argentina.
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