lunes, 19 de noviembre de 2007

Ahora, la industria

Adam Smith sostenía apodícticamente que en una economía, librada a sus fuerzas espontáneas, el desarrollo agrario debía preceder al industrial. En países densamente poblados, como los europeos, el desarrollo agrario siguió al crecimiento demográfico, y muchas veces perdió la carrera y resultó insuficiente para alimentar a todos. En países escasamente poblados, como la Argentina, el desarrollo agrario siguió a la demanda internacional. El enorme potencial argentino para generar saldos agropecuarios exportables permitió a los propietarios del suelo conseguir mejores precios exportando y con ello enriquecerse; y a los países importadores, considerar al suelo argentino como una virtual colonia agropecuaria de ultramar. Pero lo que parecía interminable, con el tiempo alcanzó un límite. El área sembrada con trigo alcanzó un máximo relativo en 1917-1918 (siete millones de hectáreas). La existencia de vacunos, en igual lapso, se estacionó en 30 millones de cabezas. Entonces Alejandro Bunge, que algo sabía de interpretar estadísticas, y además era propietario de tierras, advirtió que el modelo agropecuario se había agotado, y el desarrollo económico debía continuar con un modelo industrial. En 1924 elaboró un plan para el presidente Marcelo T. de Alvear. Pero el Parlamento, como en tiempos de Yrigoyen, representaba más al terrateniente que al industrial y no permitía ninguna alteración de la patria agropecuaria. Rechazó, pues, el proyecto. Quien le sucedió, Raúl Prebisch, demostró que la especialización en exportaciones agropecuarias había sido un factor de subdesarrollo y era sazón de adoptar la propuesta de Bunge: desarrollar la industria. Como muestra de lo que se hizo está YPF, la mayor empresa minero-industrial del país, entregada, actualmente, al capital extranjero. ¿Qué se proponía sobre industria hace 130 años? Entre los pensadores destacados, Vicente Fidel López distinguía entre pueblos industriales y productores de materia prima: “Un país que produce materias primas para mercados extranjeros marcha siempre al borde de su ruina. Cuando la industria nacional abastece su propio consumo con las elaboraciones de su propia materia prima, se halla libre de crisis”. VFL presentó su posición proteccionista en la Cámara de Diputados de la Nación. El comercio internacional anexaba el suelo del país primario al del países manufactureros: “Abundantes de ciertas materias primas, no hemos hecho hasta ahora otra cosa con ellas que recogerlas y ofrecerlas al extranjero fabricante, en su estado primitivo: convirtiendo nuestro suelo en una parte adherente a la fábrica ajena”. López, Pellegrini, del Valle y Lagos García, presentaron un proyecto garantizando por diez años el interés de los capitales que se aplicasen a elaborar varias materias primas. Su fundamentación en la Cámara fue una defensa del sistema proteccionista y una crítica del libre cambio, que inició un movimiento en el Congreso de defensa de la industria nacional, al que adhirieron Pellegrini, Varela, Mansilla, Cané y Rocha. Al desarrollarse el país y manufacturar su propia materia prima, el gobierno debe auxiliar a una industria aún débil, para competir en pie de igualdad con fabricantes extranjeros. No fueron escuchados. Ningún país sin industria es grande; todo país esencialmente agrícola-ganadero no supera el estado semicolonial. Pasaron 130 años y el tiempo demostró que Bunge tenía razón.

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