Los liberales, dogmáticos como siempre, dicen: "Los gobiernos no deben financiar la ciencia. Todos creen que es su deber, pero están equivocados. El dinero de los gobiernos dedicado a financiar la ciencia lo que consigue es desplazar el financiamiento privado, y el financiamiento privado lo hace mejor." Las evidencias y hasta la propia historia, sin embargo, son abrumadoramente contrarias a esa "equivocación" del apoyo gubernamental a la ciencia, y al otro dogma sobre del financiamiento privado lo hace mejor. El sector privado se mueve por las fuerzas del mercado, las cuales difícilmente justifican las cuantiosas inversiones que demanda la investigación fundamental que soporta y se alimenta del desarrollo tecnológico, por ello, es sencillamente ilógico pensar que se pueda sustituir al Estado como impulsor de la generación de conocimientos. El financiamiento a la investigación académica por el Estado es una inversión vital para el futuro de una nación. Japón, una de las naciones que más tecnologías produce, se propone, por ejemplo, a través del Instituto de Biociencias y Tecnologías Humanas en la tecnópolis de Tsukuba tratar de "copiar las funciones del procesamiento de información por el cerebro". A inversiones tan revolucionarias y ambiciosas como esas no se les puede calcular una tasa interna de retorno. Las consecuencias de tener una ciencia básica fuerte, apoyada por el Estado, se manifiestan gráficamente en el desarrollo mundial de la biotecnología. Es indudable que el liderazgo lo tiene Estados Unidos, si tomamos en cuenta que de allí provienen casi todos los productos del mercado biotecnológico que, con un millar de empresas biotecnológicas, generaron ventas por 9.600 millones de dólares en 1995 . Este auge, se debe a la estrecha asociación entre Universidades apoyadas fuertemente por el Estado y microempresas formadas por los propios investigadores y gerentes emprendedores que encuentran soporte financiero en un activo mercado de capitales de riesgo. Si el desarrollo de la biotecnología se hubiera dejado enteramente en manos del "financiamiento privado, que lo hace mejor" esa moderna y revolucionaria tecnología no habría nacido, pues las multinacionales Farmacéuticas (que hoy día son las más interesadas en ese negocio) durante muchos años mostraron poco o ningún interés. Los laboratorios, o las empresas privadas estadounidenses no tienen parangón en el mundo desarrollado, porque en ningún otro país hay una contrapartida de ciencia básica financiada e impulsada por el Estado como la de Estados Unidos. Además, hay otro aspecto igualmente importante para el florecimiento de una ciencia básica fuerte, y es la redundancia en las investigaciones que crea un ambiente de alta competición por publicar primero y mejor. Esta afán de publicación y de diseminación del conocimiento le es ajeno a la empresa privada por razones de mercado, pues nadie en su sano juicio quiere revelar de antemano sus ventajas competitivas. Por todas estas razones no es aconsejable dejar el financiamiento de la ciencia en manos privadas sino, más bien hacer como los estadounidenses o los japoneses que establecen relaciones sinérgicas y complementarias entre el Estado y el sector privado. Debe haber un fuerte apoyo gubernamental a la investigación básica y la cooperación en infraestructura y financiamiento público al desarrollo tecnológico privado. Es interesante como hicieron los llamados "tigres" del sureste asiático. Estos países, lejos de desarrollar en paralelo la investigación básica con la aplicada, limitaron su estrategia inicial (de los años sesenta y ochenta) a transferir conocimientos y tecnologías estadounidenses y japonesas, para transformarlos en productos de alto valor agregado que se pudieran exportar. Ahora, países como Taiwán, Hong Kong, Singapur, y China, ya convertidos en potencias tecnológicas y financieras, rectifican el rumbo de las dos décadas anteriores, con un apoyo masivo del Estado hacia la investigación básica, a la vez que tienden puentes entre ésta y la tecnología privada. Para ello aprovechan el reciente e incesante flujo en reverso de sus científicos emigrados hacia Estados Unidos y Europa que regresan atraídos por el boom económico asiático.
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