martes, 22 de agosto de 2006

Una industria inteligente

La industrialización como política de estado se remonta al siglo XIX y puede rastrearse en las medidas proteccionistas dispuestas por aquellos países que establecieron restricciones al ingreso de manufacturas inglesas con el propósito de estimular un desarrollo propio, COMO FUE EL CASO DE ALEMANIA Y ESTADOS UNIDOS. Desde aquel entonces todas las naciones con aspiración de autonomía se han preocupado por asistir a sus industrias. Todas esas experiencias industrializadotas tienen como un común denominador LA PRESENCIA ACTIVA DEL ESTADO, indispensable para conjugar esfuerzos en sociedades con estructuras económicas débiles. Sin embargo, la mera intervención publica no es garantía de éxito, como lo prueban numerosas prácticas fracasadas. Sólo una intervención inteligente puede asegurar resultados positivos. En la estrategia seguida por los países del sudeste asiático hubo una fuerte articulación entre el sector privado y el público. La empresa privada fue el agente económico protagonista del quehacer productivo pero el Estado tuvo una intervención decisiva, tanto en la definición de los sectores que motorizaron el despegue como en la creación de las condiciones económicas necesarias PARA DOTARLOS DE VENTAJAS COMPETITIVAS. Facilidades crediticias, transferencia tecnológica, controles de calidad, apoyo a la presencia internacional y promoción de la marca-país, fueron los ejes de la inversión de recursos realizada por el sector público para desarrollar la competitividad de sus industrias. En todos los casos, previamente se priorizaron las posibilidades de los diferentes sectores.

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