jueves, 9 de febrero de 2006

Los caballitos de batalla neoliberales

Cayó el fundamentalismo del mercado. ¿Qué hacer ahora? ¿Por qué otros medios puede mantenerse la hegemonía de los grupos económicos dominantes?. El derrumbe neoliberal no sólo fue económico, sino también político. En varios países latinoamericanos, durante los años ‘80, cayeron los regímenes militares que apoyaron al neoliberalismo a sangre y fuego. Vino entonces la democracia; no obstante, pudieron mantener el sistema neoliberal con gobiernos anodinos. Ahora, esos regímenes están perdiendo las elecciones. Entonces, ahora procuran que los nuevos gobiernos de “centroizquierda” continúen la política económica neoliberal, en su variante “light”; y hasta ahora están teniendo éxito en algunos países (por ejemplo, Chile, Uruguay y Brasil). En la primera respuesta económica de los neoliberales derrotados prevalece el instinto de conservación: es fundamental mantener el marco macroeconómico. La continuidad del cuadro macroeconómico significa la consolidación de la estructura productiva, fiscal, monetaria, cambiaria y de dependencia externa vigente durante el auge neoliberal. El caballito de batalla de los “neo” es hoy el control de la inflación. Es que, si se toma como eje de la política económica la estabilidad de precios, resulta una configuración neoliberal de la economía. Por eso, una de las nuevas trincheras neoliberales se llama “metas de inflación”. Consiste en la obligación estatal de no exceder ciertos topes máximos de suba de precios; las demás variables deben subordinarse a la obtención de esta finalidad fundamental. Por ejemplo, si para que no suban los precios hay que disminuir la demanda, debe provocarse una recesión, aunque caiga el Producto Interno Bruto; si con la apertura irrestricta a las importaciones y el dólar barato bajan los precios, debe abrirse la economía y revaluarse el peso, aunque se destruya a la industria nacional. Se procura así aplicar la política del decenio de 1990, no en nombre del neoliberalismo sino como la consecuencia de la defensa de la estabilidad de precios. Por supuesto, una política sensata de expansión económica no trata de provocar inflación, sino de combatirla por medios que no depriman la economía; por ejemplo, actuando sobre la oferta de bienes más que sobre la demanda (mayor producción y antimonopolio, en vez de disminución del poder de compra). Otra tentativa de restablecimiento del neoliberalismo es la presión para que se revalúe el peso, en nombre de una “macroeconomía sana”. De ese modo, comenzaría otra vez a ser MÁS BARATO IMPORTAR QUE PRODUCIR; además, las empresas trasnacionales, CON SUS INGRESOS EN PESOS, PODRÍAN COMPRAR MÁS DÓLARES PARA REMESAR A SUS CASAS MATRICES. Fíjense que linda combinación tan conveniente a los intereses extranjeros: las industrias instaladas en el extranjero podrían exportar mas hacia la Argentina que se abriría de nuevo como mercado importador masivo e indiscriminado de productos y las industrias extranjeras instaladas en la Argentina podrían comprar mas dólares para remesar a sus casas matrices. Un negocio redondo para ellos, no para nosotros. Otro caballito de batalla de los “neo” es el de la “autonomía de los Bancos Centrales”, mediante la cual el sector financiero conserva un instrumento fundamental para el manejo de la política económica. Si la moneda, el crédito y el tipo de cambio quedan en manos del sector financiero, con independencia del poder político, conservan instrumentos clave de la política económica global.

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