sábado, 4 de febrero de 2006

La inflación según Lavagna

En una conferencia dictada en el Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires, en 1979, Lavagna analizó históricamente el proceso inflacionario argentino. En el inicio de su exposición, el abordaje histórico lo llevaba a constatar que, entre 1914-1920, la tasa de inflación había superado el 11% anual. Ponía en cuestión algo que formaba parte del sentido común de la época: que la inflación había comenzado hacia mediados de los años ‘40. En cambio, entre 1920 y 1936, los precios bajaron a una tasa anual promedio del 2,2%. En procura de una explicación de estas alternativas, Lavagna sostenía que tanto la inflación previa a 1920 como la estabilización y baja absoluta de precios posterior se habían debido a razones exógenas, ligadas a la evolución de precios internacionales. Por entonces, la Argentina tenía una economía abierta, plenamente integrada al mundo, y todos los procesos que se daban en el mercado internacional terminaban reflejándose en forma inmediata sobre la economía nacional. Desde la crisis del ‘30, la economía fue cerrándose paulatinamente, en el marco de una economía mundial en plena depresión. En el período 1945-1971, la tasa de inflación promedio se ubicaba entre el 20% y el 25% anual. Entre fines de 1971 y la primera mitad de 1973, la tasa de inflación experimentó un fuerte aumento, llegando al 60% anual. En este caso, el proceso inflacionario había sido desencadenado -según Lavagna- por el precio de la carne (algo que se repite actualmente), en el que había tenido mucho que ver LA ESCASEZ DE OFERTA, y el incremento de precios internacionales y la demanda europea de ese producto. A diferencia del período anterior, en ese largo tramo de casi treinta años, los factores externos resultaban ya insuficientes para explicar el fenómeno. Si bien la economía conservaba algunos rasgos de la época agroexportadora, sus condiciones estructurales habían experimentado cambios y ahora era mucho menos abierta. En consecuencia, el empuje inicial de la inflación estaba dado por la conjunción de elementos internos y externos. Tanto la existencia de políticas activas en la cuestión salarial, como la acción estatal en materia de inversiones, determinaron el aumento de los consumos públicos y privados. Frente a estos incrementos, LA OFERTA SE MOSTRABA INCAPAZ DE ACOMPAÑAR EL AUMENTO DE LA DEMANDA. Hoy estamos antes una situación muy parecida. La creciente demanda de productos exportables, como en el mencionado caso de la carne explica uno de los principales componentes inflacionarios. Por otro lado, la recuperación del mercado interno, con un parque industrial todavía no suficientemente renovado y ampliado, EXPLICA LA INFLACIÓN ESTRUCTURAL POR EL LADO DE LA OFERTA. Lavagna explicaba, también, en su disertación, las diferentes posturas prevalecientes en los años ‘70 sobre los vínculos entre el crecimiento económico y la inflación: mientras una de ellas consideraba que EL DESARROLLO PRODUCE INFLACIÓN, otra, totalmente opuesta, aducía que EL CRECIMIENTO ATACA LOS FUNDAMENTOS DE LA INFLACIÓN. Era probable que, en la etapa inicial, el desarrollo estuviera ligado a la inflación; después, en condiciones adecuadas, UNA MAYOR DISPONIBILIDAD DE BIENES debía hacer converger los precios hacia abajo. Luego de analizar el nuevo salto inflacionario provocado por el “Rodrigazo”, que había llevado la tasa de inflación al 400% anual en 1976, Lavagna examinaba la política económica de la dictadura militar. Al respecto, afirmaba que, pese a los principios monetaristas que la inspiraban, no se registraba una reducción de la emisión y se había mantenido la tasa de liquidez de la economía. En cambio, se había apelado a una fuerte disminución del gasto público y una drástica caída en uno de los precios, los salarios, logrando bajar momentáneamente la inflación. Esto constituía -para él- un problema, porque la política de Martínez de Hoz implicaba un grado importante de inflación reprimida. En este caso, LAS VARIABLES REPRIMIDAS ERAN LOS SALARIOS y, además, el tipo de cambio que otorgaba al peso argentino un valor por encima de la paridad. Las variables reprimidas, finalmente, determinaban el colapso de la política económica. Fenómeno que se iba a repetir otra vez con convertibilidad y deflación, en los años ‘90. Todo indicaba, para Lavagna, que esas variables reprimidas constituían el corto circuito que hacía reaparecer la inflación. Como explicación última, señalaba la existencia en la Argentina de una sociedad incapaz de acordar un modelo económico. Esta carencia determinaba que los distintos sectores “actúen permanentemente presionando sobre las autoridades políticas y económicas de turno”. Sólo cuando el poder político era suficiente como para resistir las presiones, había posibilidades de mantener los programas antiinflacionarios y evitar la aceleración de la inflación. Un Estado débil no puede desmantelar el carácter oligopólico de los mercados, tanto el interno como el de los productos de exportación, lo que conspira contra la posibilidad de desarrollar un aparato productivo más diversificado e integrado, fundamental para evitar la inflación. Miceli decidió tomar un rumbo diferente, siguiendo el camino de los controles de precios y procurando frenar, sobre todo, la acción de oligopolios conformados por el lado de la oferta, sin atribuir parte del problema a los costos laborales de las empresas, como había hecho Lavagna. Miceli habrá tenido en cuenta también los datos históricos: con una política de control de precios, incluyendo una concertación entre sindicatos y empresas, en los años ‘50, durante el segundo gobierno de Perón, se bajó la inflación del 40% al 3,8% anual en dos años. Aunque una reforma tributaria ayudaría aún a mantener los precios estables, a través de la rebaja del IVA para productos básicos, que debería compensarse con la mayor progresividad de impuestos directos. La inflación en la Argentina siempre tuvo una única y exclusivamente causa: FALTA DE PRODUCTIVIDAD QUE PRODUCE ESCASES DE OFERTA. Una política agresiva de desarrollo industrial habría solucionado el problema. Pero en lugar de atacar la causa siempre se prefirió actuar sobre otras variables: producir recesión para que baje la demanda, bajar los sueldos para bajar la demanda, inundar el país con productor importados para satisfacer la demanda con ellos en lugar de producirlos, satisfacer la demanda congelando los precios, pero nunca se trató de simplemente AUMENTAR LA OFERTA con mayor producción industrial.

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