martes, 21 de febrero de 2006

El megadéficit norteamericano

Como se sabe, el rojo del intercambio estadounidense subió casi 18% en 2005 y a su vez las importaciones desde China aumentaron 25%. No sorprende que yanquilandia este acumulando ira contra Beijing. Muchos allí se quejan de “quienes les compran a los extranjeros sin tener en cuenta el interés nacional” (como decían los jefes de ambas bancadas en el senado federal, aludiendo a sus compatriotas importadores). Un lenguaje que, en boca de un argentino, suele tacharse de herejía y liberar la furia descontrolada de los neoliberales. El punto clave es, sin duda, que la mayor porción individual de ese rojo se deba al 43% de incremento en compras de textiles e indumentaria. En este caso, existe un detonante: la eliminación de cuotas desde enero de 2005, dispuesta por la Organización Mundial de Comercio. Como sucede en otros sectores, la medida favorece a importadores, comerciantes y –en esencia- al público de Occidente. No, claro a las industrias textiles en EE.UU. y la UE. Las mismas que han estado tercerizando su propio valor agregado en el subcontinente indio, el sudeste asiático y... China, debido a los magros salarios imperantes en la región. En un plano más “técnico”, aunque sea totalmente político, legisladores de ambos partidos le endilgan al gobierno responsabilidad por el motor de esas “distorsiones de costos”. O sea, un yüan todavía barato y un dólar caro. Por supuesto, la industria de vestido e indumentaria y los sindicatos, aparte de culpar a los chinos de “competencia desleal”, censuran a las empresas que tercerizan en el exterior para reducir costos salariales. Lo hacen con la bendición de Wall Street, la ortodoxia neoliberal y una larga lista de analistas gerenciales con apellidos... asiáticos. “Semejante brecha de intercambio atenta contra industrias enteras y sus puestos laborales”, afirma Richard Trumka, secretario general de la CGT norteamericana, o sea el “Moyano” yanqui. Esta situación “condena los trabajadores a un ciclo de menores ingresos, desempleo y endeudamiento, que los lleva a emplearse en servicios de baja paga”. Curiosamente, lo mismo podría decirse de la industria automotriz y el sector informático, sólo que los villanos están en este caso en Japón e India. Por lo demás, hay otro punto en debate: los efectos reales del déficit comercial en el crecimiento del producto bruto interno. Comúnmente, se dice que el aumento de ese rojo promueve mayor endeudamiento externo con alza de intereses, frena la economía física y fomenta desempleo. Por otro lado están los optimistas, tipo Alan Greenspan, que señalan que la inflación está controlada –su política de tasas dice lo contrario-, los intereses siguen bajos y hasta el desempleo parece aflojar. Esos datos dan alas al “optimismo fundamentalista” lanzado en 2003 por Greenspan. En la visión puramente monetarista el creciente décifit comercial con China es una ¡¡¡¡¡ventaja!!!!. Según esa curiosa teoría, mientras Japón, China y otros países sigan comprando letras de Tesorería -o sea, deuda norteamericana-, las tasas largas continuarán flojas. Pero la verdad es que son las importaciones baratas de bienes finales la que ayudan a limitar la inflación en EE.UU. Eso era lo mismo que pasaba en la Argentina: la inflación se mantenía baja por el aluvión de importaciones baratas que satisfacían la demanda pero destruyendo la producción. EEUU, bajo el dogma neoliberal, esta viviendo el mismo destino que la Argentina sufrió siguiendo la misma receta. Si todo sigue como sigue a ellos les pasara lo mismo que a nosotros: la deuda estallará y Norteamérica tendrá su 20 de diciembre, su corralito y su devaluación.

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