sábado, 25 de febrero de 2006

Asesinos económicos

Durante diez años, entre los 70 y los 80, John Perkins tabajó como economista jefe de la ya fenecida consultora financiera internacional de Boston, Chas. T. Main. Su trabajo consistía en recorrer naciones del Tercer Mundo como Indonesia, Ecuador y Panamá, y ofrecerles abultados créditos de desarrollo acompañados de optimistas informes sobre los beneficios que estas obras de infraestructura habrían de aportar en el futuro. Pero en los hechos, Perkins era un empleado de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, según sus siglas en inglés) y su función era EXTORSIONAR a los gobiernos de estos países de manera que sirviesen a los intereses de la política exterior de Washington y, al mismo tiempo, concedieran lucrativos contratos a empresas norteamericanas. En el ambiente de la inteligencia se apoda "asesino económico" a estos operadores, quienes, cual siniestros prestamistas, convencen a gobiernos de países subdesarrollados de que TOMEN PRÉSTAMOS POR MILES DE MILLONES DE DÓLARES QUE SABEN DE ANTEMANO QUE NO PODRÁN PAGAR, para luego asumir el control del país y de su economía por medio de sus secuaces en el Banco Mundial y el FMI. Perkins, el arrepentido que escribió el libro “Confesiones de un asesino económico” describe lo que ocurrió una semana después de que Lucio Gutiérrez ganara las elecciones en Ecuador, el 24 de noviembre de 2002: "Uno de estos asesinos económicos entró en su oficina y le dijo: «Felicitaciones, señor presidente. Quiero que sepa que tengo aquí, en mi poder, un par de cientos de millones de dólares para usted y su familia, si acepta cooperar con el Tío Sam y nuestras compañías petroleras; tengo también ahí afuera a un hombre con un revólver y una bala con su nombre»". Dos meses después, con la supervisión del FMI, Gutiérrez puso en marcha un drástico programa de austeridad, aumentó un 35% el precio de los combustibles y congeló los salarios. Dos años más tarde era derrocado por un movimiento popular. La historia que cuenta Perkins tiene todos los ribetes de una novela de Le Carré pero los hechos son verdaderos y en esos hechos participan las empresas llamadas Halliburton y Bechtel y personajes como George Schultz y Robert McNamara. Desde el asesinato de Mossadegh en Irán, en 1967, hasta las muertes de Jaime Roldós, de Ecuador, y Omar Torrijos, de Panamá, en 1981, Perkins denuncia la mano inexorable de la CIA, deshaciéndose de todos aquellos que interfieren con las utilidades de la "corporatocracia", como el autor la ha bautizado.

Fuente: La Nacion

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