miércoles, 21 de diciembre de 2005

Ciencia e industria es lo mismo

La mayoría de los economistas apoyan sostienen que para formantar el crecimiento economico hay que realizar: 1. SUBSIDIOS UNIVERSALES PARA EDUCACIÓN, y 2. SUBVENCIONES COMPETITIVAS PARA LA INVESTIGACIÓN BÁSICA. Los economistas también reconocen, sin embargo, que tales políticas pueden no dar adecuados incentivos para descubrir las muchas pequeñas ideas aplicadas que se necesitan para convertir una idea básica como la del transistor en un producto como la memoria de una computadora. Estimulados en parte por el dramático y continuado éxito de los japoneses en cuanto a alcanzar y luego superar a las empresas norteamericanas en muchas áreas de la manufactura, los economistas están estudiando las formas de estimular la producción de bienes tecnológicos. Los cambios que proponen van desde mayor financiamiento para la ciencia pura hasta las exenciones antimonopólicas para los consorcios de investigación, desde recortes en los impuestos a las ganancias hasta UNA POLÍTICA INDUSTRIAL EXPLÍCITA POR MEDIO DE LA CUAL UN ORGANISMO OFICIAL SUBSIDIA DIRECTAMENTE A DETERMINADAS INDUSTRIAS. Los japoneses han logrado un nivel mucho más alto de inversión y desarrollo en sus empresas del que existe en Estados Unidos. En la industria de la construcción, por ejemplo, las empresas japonesas gastan más de cinco veces en investigación que sus equivalentes en Estados Unidos. Las seis primeras empresas de construcción en Japón mantienen importantes laboratorios con instalaciones, presupuestos y cobertura de disciplinas que superan a los más grandes laboratorios para la construcción, ya sea mantenidos por el gobierno o por las universidades. En otro contraste con Estados Unidos, muy poca de la investigación que hacen las empresas en Japón es financiada directa o indirectamente por el gobierno o realizada en universidades. Sin embargo, la participación de los japoneses en el mercado mundial de la construcción está aumentando y la norteamericana cayendo. ¿Qué es lo que pasa?. La lección a extraer de la experiencia japonesa es clara: las ganancias que se derivan de la investigación aplicada son más grandes no cuando responden a las prioridades de los organismos estatales o los intereses académicos generales, sino cuando están íntimamente integradas a las operaciones de una empresa y motivadas por los problemas y oportunidades que afronta esa firma. Es decir, en Japón no hay grandes laboratorio de investigación financiados por el estado que buscan avances en todas direcciones, inespecíficamente. Lo que hay son subsidios estatales para estimular que las propias industrias investiguen científicamente en sus propios laboratorios la forma de resolver sus problemas particulares y mejorar su productividad. Los norteamericanos inventaron las subvenciones a la investigación pura en el siglo veinte. El desafío que enfrentan todos los países industrializados, inclusive Japón, es, por lo tanto, inventar nuevas instituciones que sostengan un alto nivel de investigación aplicada y comercialmente relevante en el sector privado. El país que tome la delantera en el siglo veintiuno será aquel que implemente una innovación que sostenga la producción de ideas comercialmente relevantes en el sector privado. El camino parece ser lograr una forma que permita que las propias empresas industriales hagan investigación científica aplicada en su campo de acción. Entonces el problema hay que encararlo de otra manera, en vez de subsidiar un gran laboratorio estatal, lo que hay que subsidiar es un laboratorios integrados en las distintas actividades industriales y premiar con una reducción de impuestos a los empresas que hagan investigación científica en su área.

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