miércoles, 23 de noviembre de 2005

La deuda odiosa

La deuda total que la Argentina mantiene con el FMI asciende ahora a 10.974 millones de dólares. El FMI quiere seguir haciendo a toda costa, lo que siempre hizo para nuestra desgracia, influir sobre la política económica interna y pero también hoy pretende castigarnos por haber renegociado la deuda externa de modo ventajoso para nuestro país, sin su injerencia, ni su permiso, ni su aprobación. La Argentina, en una insólita e insolente muestra de independencia, le ha dicho y repetido en la cara al FMI que no subirá la tasa de interés ni revaluará el peso, dos de sus ordenes expresas. Tampoco la Argentina aceptará la orden de suprimir los supuestos “impuestos distorsivos”, en especial al cheque y a las exportaciones (retenciones). Estas pretensiones del FMI significan una intromisión en la política económica interna con el fin de satisfacer al sector financiero y de servicios. Si el FMI fuera un organismo estrictamente financiero y no un instrumento de dominación política se conformaría con hacer lo que cualquier banquero hace en esta situación: cobraría los intereses y refinanciaría el capital. Pero el FMI no hace eso porque niega la financiación exigiendo condiciones inaceptables. Ante esa arbitrariedad lo que viene haciendo la Argentina es pagar amortizaciones e intereses, sin firmar ningún acuerdo stand by, rechazando las famosas “condicionalidades” con que asfixian a todos su vasallos. Esto supone para nosotros un buen esfuerzo financiero, pues obliga a emitir deuda publica. Otro camino posible (el propio FMI lo ha sugerido) sería utilizar parte de las reservas. Disminuirían las reservas internacionales pero considerando el actual nivel de reservas es posible. La otra alternativa es entrar en incumplimiento con el FMI. Comenzaría un procedimiento que al principio inhabilita para utilizar los recursos del FMI y si persiste, se exigirá al país que se retire del FMI, o sea la expulsión de la Argentina por parte del FMI. Esta situación se plantearía si el país no pagara los vencimientos o aplicara una quita unilateral, análoga a la impuesta a bonistas privados. Esta última solución estaría legitimada porque la actual deuda con el FMI es equivalente a los prestamos otorgados durante 2001, en violación de la normativa del FMI, que PROHÍBE PRESTAR PARA FINANCIAR LA EVASIÓN DE CAPITALES. La actitud más drástica la constituye la desafiliación del FMI por parte de la Argentina. La Argentina se afilió en 1956; Perón nunca quiso incorporarse, PORQUE LA CONSIDERABA UNA ORGANIZACIÓN CONTRARIA AL INTERÉS NACIONAL y hay que reconocer que el tiempo le dio la razón la viejo. La Carta Orgánica del FMI establece el derecho de todo país miembro a retirarse en cualquier momento, previa notificación. En ese caso, todas las cuentas entre el país y el Fondo se liquidarán de mutuo acuerdo. De este modo, obtendría de hecho la refinanciación de vencimientos. Las consecuencias de la desafiliación son de varios órdenes. Desde el punto de vista económico, supone renunciar a nuevas financiaciones del FMI, y también del Banco Mundial en la medida en que la desafiliación del primero implicara también la del segundo. En términos de flujo de caja, no nos afectaría en la medida en que, en la actualidad, los pagos a ambos organismos son mayores que los préstamos obtenidos. En cuanto al efecto de la desafiliación sobre el acceso al crédito privado o la inversión extranjera directa, se ha comprobado que LO QUE ATRAE A LAS INVERSIONES EXTRANJERAS DIRECTAS ES EL CRECIMIENTO ECONÓMICO, no las profesiones de fe neoliberal y ni el sometimiento al FMI. Más aun, se ha visto que es posible crecer sin depender de las entradas de capital. Si nos desafiliáramos con éxito le mostraríamos a otros países que “hay vida fuera del FMI”. Esto, obviamente, generaría un gran disgusto en el G7, que maneja el FMI. Pero la estrategia mas inteligente, ante la intransigencia del FMI, es establecer unilateralmente un cronograma razonable de reembolsos que no entrañe un riesgo para la economía. En tal caso, al FMI le resultaría más difícil justificar su actitud y una eventual decisión de exclusión, y perdería más credibilidad que si nos desafiliara con un portazo. En síntesis, la mejor solución es el pago voluntario al FMI de la deuda restante sin aceptar condicionalidades. Si así no fuera, se abren otras posibilidades que prescinden del FMI en diferentes grados y todas con alto grado de chances exitosas.

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