sábado, 19 de noviembre de 2005

¿Chile neoliberal?

Al cabo de dos décadas de implementación del modelo neoliberal sus resultados son desastrosos en los países de América Latina. Chile parece ser la excepción, con un buen comportamiento económico, el despliegue de modernidades en varios ámbitos y con una evidente reducción de la pobreza. ¿Qué ha sucedido en Chile? ¿Cuales son las razones del “éxito” del modelo en crecimiento y reducción de la pobreza? ¿Cuánto hay de efectivo neoliberalismo en las políticas públicas de Chile?. La reestructuración económica de Chile empezó bajo el régimen de Pinochet, pero fue menos neoliberal de lo que parece. En realidad, bajo el régimen autoritario, el estado desplegó una intervención muy fuerte en la economía en beneficio de los grandes empresarios nacionales e internacionales. Gracias a un conjunto de políticas públicas, muy contrarias al paradigma neoliberal, se generó una “acumulación primaria” de capitales que colocó el poder económico en manos de unos pocos empresarios ligados a Pinochet. Después del golpe y hasta comienzos de los noventa, se aplicaron generosas políticas de apoyo estatal a la producción y a las exportaciones, en trasgresión a la libertad de mercado. Los subsidios a la plantación de bosques permitieron potenciar el sector maderero y la celulosa; el éxito del salmón en el mercado internacional tiene una gran deuda con el sector público, ya que la Fundación Chile financió la investigación tecnológica, para hacer viable su explotación. Al mismo tiempo, las privatizaciones, sin transparencia alguna, fueron un virtual subsidio que favoreció al empresariado pinochetista; la crisis financiera de 1982-1983 fue salvada con recursos públicos, para beneficio de los banqueros; la minería privada en el cobre ha tenido el inmenso beneficio la actitud complaciente del gobierno en materia impositiva que les ha permitido a las transnacionales eludir el pago de impuestos. Después de estas políticas públicas, con fuerte intervención estatal en la economía, es que, a partir de 1985, se produce un vigoroso aumento de la actividad productiva. Éste, entonces, no puede atribuirse al mercado libre y tampoco a políticas públicas neutrales sino a un Estado militarizado y dictatorial, que colocó al sector público manifiestamente al servicio de los grupos económicos nacionales y extranjeros para favorecer una “acumulación primaria” de capitales. Por tanto, bajo el régimen de Pinochet se implementó un proyecto pro-empresarial en que el Estado, y no el mercado, se convirtió en el factor principal de acumulación capitalista. Curiosamente, los gobiernos democráticos han sido realmente liberales. Durante los gobiernos de la Concertación se han reducido los subsidios y se ha renunciado a las políticas de promoción a la producción y a las exportaciones, lo que ha profundizado la especialización chilena en actividades de bajo valor agregado. Por otra parte, la gran concentración patrimonial no ha facilitado la libre competencia y ha colocado en condiciones de indefensión a los consumidores. Hoy en Chile existe un creciente antagonismo entre los intereses del reducido grupo de empresarios chilenos ligados a la internacionalización de la economía y el mayoritario grupo de pequeños productores y empresarios que, como consecuencia de la desiguales condiciones de competencia, paulatinamente van siendo desplazados hacia la periferia de la economía o simplemente fallecen. En suma, los grandes empresarios, que se desarrollaron gracias al estatismo de Pinochet y que se consolidaron gracias al liberalismo de la Concertación, han vivido en la más plena seguridad y protección para potenciar sus negocios. En cambio, los pequeños empresarios, y un amplio espectro de consumidores, enfrentan el desafío cotidiano de la desprotección y de las desigualdades frente al sistema económico. Los chilenos no están muy contentos con esta situación. Ese descontento algún día estallará.

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