lunes, 3 de octubre de 2005

Una historia de terror

En las últimas dos décadas Argentina sufrió 9 años de recesión, que contrajeron el PBI un 38 por ciento. La Argentina tiene hoy prácticamente el mismo ingreso per cápita que en 1976. Fíjense la fecha en que la economia se detuvo: siempre todo apunta al mismo año. Los números acusan y los idiotas hablan y hablan y hablan. Argentina es uno de los países más perfectos en cuanto a recursos naturales. Posee alimentos para mantener a su población; tiene posibilidades de generar energía; dispone aprovisionamiento de agua; y cuenta con espacios fértiles. Sin embargo, desde hace más de sesenta años el país viene dando tumbos. Lo cual es lógico: LA ARGENTINA NO POSEE TECNOLOGÍA Y NUNCA LE IMPORTÓ ADQUIRIRLA. Su estructura de comercio exterior no ha variado en doscientos años. Y nadie se preocupa por ello, al contrario, se cree que por haber querido introducir algunos cambios de corte industrialista es que todo se derrumbó. Hasta la Gran Crisis de los ’30 la Argentina fue “socia menor” del esquema –entonces vigente– de división internacional del trabajo que impuso el librecambio con epicentro en el Reino Unido. Cuando éste fue abandonado, las condiciones cambiaron diametralmente. La Argentina nunca acepto este cambio. Se había acostumbrado a comprar importado y barato sin trabajar. Cuarenta años después destruyeron con furia sus industrias porque tenían que comprar cosas mas caras y de menos calidad tal como hicieron pacientemente los asiáticos esperando que sus industrias crecieran mientras trabajan. De eso, los argentinos ni hablar. Todavía hoy odian con frenesí a los “empresarios nacionales”, bestias negras y causa de todos los males. El estallido de la 2ª Guerra Mundial obligó a aplicar un esquema de sustitución de importaciones por falta de provisión externa. Así la Argentina se industrializó a medias y de mala gana, rechinando los dientes. Había que comprar insumos para la infraestructura de la industria siderurgica, petroquímica y de celulosa y había que hacerlo con divisas generadas a través de los excedentes agropecuarios. Los terratenientes nunca perdonaron esto, ni le perdonaran jamás. A pesar de tanta inquina y disgusto, en 1973, se había logrado que la industria manufacturera contribuyera con el 46 por ciento del PIB y fuera el principal demandante de mano de obra, cada vez más calificada. Nada de esto tenia ningún valor. Había que pagar un poco mas caro, durante un tiempo, una heladera o una bicicleta y eso era intolerable. Comparando los dos deciles de la población (los de mayor y menor ingreso) entre 1953 y 1974, se redujo la brecha de 14 veces, en 1959, a 6,9 veces. Bagatela sin importancia. Desde entonces, el indicador se deterioró en forma permanente, pero ¿a quien le importa?. La conducción económica que acompañó al gobierno militar que se instaló en 1976, en sólo tres meses, acentuó esa situación: redujo el valor real de los salarios un 34 por ciento. El mecanismo usado fue el “congelamiento” de éstos y la liberación de los precios. Ese retraso nunca se pudo recuperar. El entonces ministro de Economía Martínez de Hoz planteó LA INCONVENIENCIA DEL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN Y FIJÓ COMO PRIORIDADES DESARROLLAR LA AGROINDUSTRIA, LA GRAN MINERÍA Y LA EXTRACCIÓN DE PETRÓLEO. Todos aplaudieron hasta enrojecer las palmas de sus manos y todavía hoy siguen aplaudiendo. Paralelamente, se incentivaron las colocaciones y rentas financieras. Ello explica el enorme e innecesario endeudamiento que asumió el país con ese único objetivo. DE LOS 35 MIL MILLONES DE DÓLARES TOMADOS EN PRÉSTAMOS EN EL EXTERIOR ENTRE 1976 Y 1982, POCO O NADA SE DESTINÓ A FINANCIAR INVERSIONES NETAS. Gran parte del dinero que se tomaba en préstamo en el exterior se sacaba nuevamente del país de inmediato y no generaba ingresos que pudieran usarse para hacer frente al servicio de la deuda. Estos empréstitos externos constituyen una receta para el desastre. A nadie le importó, ni siquiera a los organismos internacionales de crédito que conocían muy bien lo que se estaba consumando. La vigencia de altas tasas de interés internacionales que impuso la administración Reagan, hizo crecer en forma automática la deuda, ya que una alta proporción de ellos fueron impagables y se capitalizaron. ¡Los argentinos somos unos vivos bárbaros!. ¿No les parece?. Los altos índices de inflación hicieron que en 1986, la brecha entre los deciles extremos fue de 12 veces para llegar en 1995 a 20 veces. Esta retrogradación se continuó ensanchando a 25 veces en 2000 y, pese a que los datos oficiales la mantienen actualmente en niveles de 28 veces, el Banco Mundial, para 2002, llevó el índice a una insólita relación de 39 veces. En abril de 1991, con el objeto de cortar la espiral inflacionaria que aquejaba al país desde 1975, y que culminara con dos agudos “picos hiperinflacionarios” en 1989 y 1990; se optó por implementar un régimen cambiario de paridad fija con respecto al dólar. En lo inmediato, se logró el objetivo buscado. Pero se creyó erróneamente que se podría mantener “eternamente” un statu quo de esa naturaleza.A partir de entonces, los desequilibrios se cubrieron con ingresos de capital provenientes de las privatizaciones y cuantiosos créditos externos que alargaron artificialmente la vigencia del esquema. Al mismo tiempo, se adoptó en forma plena el decálogo que es conocido como “Consenso de Washington”, especialmente en lo relativo a privatizaciones irrestrictas y repliegue del Estado. Los acuerdos originales con el FMI contemplaban el logro de superávit primarios genuinos y preveía que lo obtenido por liquidación de activos –al vender las empresas públicas– sería afectado a amortizar parte de la deuda preexistente. Pese a ello, dado que no se cumplió la condición referida, dicho organismo dio vía libre para que se supliera con créditos. Recién en 1999, se comenzaron a poner ciertas restricciones y en 2001 a negar, reducir o postergar el otorgamiento de créditos. Ese año emigraron del país 27 mil millones de dólares y otros 15 mil millones a principios de 2002. ¿Como se pudo financiar la convertibilidad peso dólar?: tomando mas y mas y mas créditos en el exterior.El dólar barato abarato las importaciones. Los argentinos se dieron el gusto con el que siempre sueñan: comprar lo importando a precio de ganga. Era un sueño hecho realidad. Esa basura de m-i-e-r-d-a, es decir, los productores locales sufrieron el impacto de esa situación que los expulsó del mercado, llevando a masivos cierres de empresas y subiendo la desocupación. Era como tocar el cielo con las manos. ¡Viva Menen c-a-r-a-j-o!. Entre 1991 y 2001 se gastaron 1.785 millones de dólares para importar zapatos y en entre 1996 y 2001, 1.186 millones de dólares en... ¡juguetes!. El sueño hecho realidad se pagó apelando a créditos tomados en el exterior. El endeudamiento irracional llego a limites absurdos. La cosa no daba para mas y entre julio de 1998 y 2002 el país explotó. No puedo seguir, tengo un nudo en la garganta. Si alguien puede mirarme a los ojos y decirme que esto estuvo bien, es un miserable.

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