jueves, 6 de octubre de 2005

Las peculiaridades asiáticas

La evolución económica de Asia oriental en los últimos cuatro decenios ha mostrado rasgos peculiares. La región registró un progreso espectacular, sin precedente histórico alguno y sin parangón internacional, debido, en gran medida, a la adopción de una pauta de desarrollo alejada, en muchos aspectos, del neoliberalismo dominante. En los años noventa las diferencias entre el crecimiento rápido de Asia oriental y la expansión más lenta de los países occidentales miembros de la OCDE siguieron siendo muy altas. Sólo dos países de la región crecieron poco: Japón, sumido en una profunda crisis, y Filipinas, que presentaba, hasta 1993, características económicas y sociales más similares a las de los países de América Latina que a las de naciones de Asia oriental.En menos de cuatro decenios los dragones asiáticos han pasado de ser sociedades agrarias con excedente de mano de obra a economías plenamente industriales sin apenas desempleo; de disponer de economías dependientes de la ayuda extranjera a figurar entre las principales potencias comerciales y exportadoras de capital; en el caso de Corea, de no contar con apenas grandes empresas a ser la patria de Samsung, Daewoo y Hyundai, y Taiwán, de exportar, en más de un 70%, productos primarios, a vender en el exterior, en un 95%, manufacturas. El crecimiento económico rápido y sostenido se ha acompañado a un prodigioso incremento del nivel y de la calidad de vida de la población. La pobreza disminuyó espectacularmente y de la misma manera aumentaron las tasas de alfabetización de adultos y de matriculación educativa. Los neoliberales, queriendo ver un este desarrollo una confirmación de sus teorías, hicieron una interpretación sesgada y arbitraria del éxito de los dragones asiáticos. Según ese enfoque, el mejor desempeño económico de Asia oriental respecto de otras regiones del Tercer Mundo, como, por ejemplo, América Latina o Asia meridional, obedecía a que aquélla había adoptado una estrategia liberal de crecimiento, basada en un Estado con funciones reducidas al mínimo y en una apertura total a los flujos comerciales, financieros y técnicos internacionales. En particular, la divergencia entre el éxito de Asia oriental y el fracaso de América Latina se explicaba recurriendo a tres peculiaridades de la pauta de desarrollo de las economías asiáticas:
1. una fase de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) más suave y en la primera región que en la segunda; 2. una liberalización interna y externa desde finales de los años cincuenta y primeros sesenta, que permitió eliminar las distorsiones del sistema de precios, asignar eficientemente los recursos, adecuarse a la ventaja comparativa y sacar provecho de la demanda internacional mediante un crecimiento dirigido por las exportaciones; 3. unas políticas ortodoxas de ajuste a las perturbaciones externas de los años setenta y primeros ochenta, esto es, medidas de contracción de demanda, liberalización comercial y financiera y mantenimiento de un tipo de cambio competitivo. Esos tres argumentos carecen de una adecuada contrastación empírica. En el caso de Asia oriental, un buen número de monografías puso de manifiesto que:
- LA FASE DE ISI CONTRIBUYÓ MUCHO AL CRECIMIENTO DE COREA DEL SUR Y TAIWÁN en 1950-1965;
- los episodios de liberalización, tanto interna como externa, de los primeros
años sesenta FUERON MÁS APARENTES QUE REALES, de manera que su alcance había sido claramente exagerado por la corriente neoclásica;
- las políticas de estabilización y ajuste en esas economías asiáticas habían mostrado un fuerte carácter heterodoxo, con políticas de demanda poco restrictivas y aperturas tibias y graduales.
Por otra parte, el estrepitoso fracaso de las políticas ortodoxas de ajuste estructural, preconizadas por el Banco Mundial en los años ochenta hizo que empezase a cambiar de opinión, ante la clamorosa caída de la renta per cápita real en América Latina, Africa subsahariana, Oriente Medio y Norte de África durante el denominado decenio perdido del desarrollo. Banco Mundial empezó a aceptar, a regañadientes, que el Estado debía desempeñar una función esencial en el proceso de desarrollo, pero siempre que su intervención respetase los mecanismos del mercado. Lo cierto de esta historia es que Japón, Corea y Taiwán dependieron mucho del sector público bancario y empresarial, del diseño de una política industrial deliberada y de una política centralizada de importación, adaptación y difusión de técnicas extranjeras. Además, MANTUVIERON DURANTE LARGOS PERÍODOS LA PROTECCIÓN SELECTIVA DEL MERCADO INTERIOR Y EL CONTROL ESTRICTO DE LA INVERSIÓN DIRECTA EXTRANJERA, mientras que emprendieron la liberalización financiera de manera tardía y cautelosa. Incluso hoy, la industria coreana de automóviles de turismo, ESTÁ PRÁCTICAMENTE AISLADA DE LA COMPETENCIA EXTRANJERA. Sobre el grado de apertura a la inversión directa extranjera (IDE) los indicadores económicos demuestran claramente que Japón, Corea del Sur y Taiwán HAN ESTADO PARCIALMENTE CERRADOS A LOS FLUJOS INTERNACIONALES DE INVERSIÓN PRODUCTIVA. En lo que respecta a las políticas de estabilización y ajuste, muchos analistas han señalado que, a diferencia de América Latina, los gobiernos de Corea o Taiwán aplicaron medidas de contracción de demanda escasamente restrictivas y, sobre todo, liberalizaron las importaciones y el sector financiero de manera gradual y ordenada. Sobre la base de esos datos, se puede deducir que en el caso de esos países, LA INTEGRACIÓN EN LA ECONOMÍA MUNDIAL NO FUE ESTRECHA SINO, POR EL CONTRARIO, ESTRATÉGICA, ESTO ES, SELECTIVA Y CONTROLADA. Como se ve claramente, los datos empíricos contradicen todos y cada uno de los postulados neoliberales. El hecho de que se pueda sostener en pie este pensamiento falso es algo que me llena de intriga. Mediante una propaganda bien orquestada pareciera que se puede ocultar la realidad y hacer creer a millones de personas que son verdaderos cosas y hechos que no existen ni existieron jamás.

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