viernes, 16 de septiembre de 2005

Jubilación a la chilena

Hace casi una generación, Chile inició una experiencia bajo la tutela de los Chicago Boys: privatizar las jubilaciones. Fue un excelente negocio financiero, pero no tanto para la gente. Una vez lanzado, millones de asalariados sufrieron una quita de 10%, destinada a cuentas que podían controlar sólo en teoría. Esos aportes se convertirían en inversiones que, a su vez, estimularían crecimiento y generarían altos retornos para capitalizarse, al final, en jubilaciones superiores a las del régimen convencional (o de reparto). Ahora que la primera generación del sistema empieza a jubilarse, LOS APORTANTES DESCUBREN QUE LAS REMUNERACIONES PERCIBIDAS SON INFERIORES A LAS QUE PROMETÍA LA PUBLICIDAD DE LOS FONDOS PRIVADOS. Pese al éxito del programa en términos financieros, el estado sigue desviando miles de millones de dólares a una red de seguridad para quienes cuyos aportes no han alcanzado siquiera para una jubilación mínima (US$ 140 mensuales). Este fondo de emergencia cubre otros segmentos a la intemperie. Por ejemplo, autónomos, trabajadores temporarios y demás mano de obra asociada a la economía informal. Se han quedado fuera del sistema. y CONSTITUYEN CASI LA MITAD DE LA FUERZA LABORAL CHILENA. Los liberales no repara en esos desajustes que empañan el “milagro chileno”. Aun aportantes de clase medias que han contribuido regularmente empiezan a advertir que sus cuentas privadas fueron objeto de saqueos, vía comisiones y honorarios ocultos. Por esa senda han sufrido desagios de hasta 33% y no alcanzan ya para una jubilación como la que habrían cobrado según el antiguo sistema de reparto. El caso chileno deja claro que crear cuentas privadas no resuelve muchos de los problemas que debieran afrontar EE.UU., la Unión Europea o Japón, donde sigue dominando el régimen de reparto –cada nuevo jubilado cobra de los aportes hechos por la población activa-, en órbita del estado. En total, Chile ha gastado más de US$ 66.000 millones en beneficios jubilatorios desde que la privatización está en vigencia. Pese a proyecciones iniciales, según las cuales el sistema estaría solventándose solo a esta altura, el financiamiento estatal complementario insume más de 25% del presupuesto, casi tanto como salud y educación juntos. Recientes encuestas en Chile revelan que si pudieran volver a optar, 90% DE QUIENES ESTÁN EN EL SISTEMA DE CAPITALIZACIÓN VOLVERÍAN AL DE REPARTO. Este tipo de encuestas los liberales las ocultan, obviamente. Los aportantes están obligados a pagar comisiones exorbitantes a los fondos administradores. El monto exacto sigue cuidadosamente soslayado, hasta por el gobierno. Pero un reciente estudio del Banco Mundial estima que de 25 a 33% de lo aportado al sistema por alguien que se haya jubilado en 2002 quedó en manos de los administradores. Muchos chilenos ignoran cuánto pagan y quién se queda con tanto. ¿Por qué? Por un viejo truco del negocio financiero: los informes trimestrales que recibe el aportante son imposibles de entender para un lego.

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