lunes, 18 de julio de 2005

Porque no somos Australia ni Canadá

La reciente recuperación de nuestra economía se ha venido sosteniendo en base a ciertos pilares, destacándose la evolución favorable del complejo sojero-agroexportador, como consecuencia del aumento de los precios de esos productos agrícolas. Es imprescindible resaltar la necesidad de establecer una estrategia que sea capaz de trascender la favorable y seguramente pasajera coyuntura internacional y lograr un sendero de crecimiento sostenido. Debiera descartarse, desde el vamos, la propuesta (tantas veces impuesta) de aquellos sectores que apuestan al resurgimiento de un tipo de desarrollo vinculado esencialmente en las ventajas comparativas de la producción agropecuaria. La idea central es volver al presunto “paraíso perdido” que, según ellos, vivió el país desde la última parte del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. Así, para pregonar las bondades de esa etapa, suelen indicar las altas tasas de crecimiento que se habrían evidenciado entonces, al tiempo que tienden a comparar nuestro desenvolvimiento posterior con el de naciones originalmente “hermanas” como Australia y Canadá; argumentando que las POLÍTICAS DE INDUSTRIALIZACIÓN sostenidas luego de la crisis del ’30, serían la principal causa de nuestro retraso relativo. ¿Cuáles son los factores que dan cuenta de la divergencia en el camino transitado por parte de Australia y Canadá?. Si indagamos a través de la historia hallaremos una serie de aspectos que nos pueden ayudar a explicar este hecho. Al realizar una comparación con esas naciones, una de las principales diferencias que se nos presentan se asocia a la estructura de tenencia de la tierra. Frente al dominio del latifundio en nuestro país, acompañado luego por un sistema de arrendamiento hostil a la incorporación de tecnología, en Australia la posesión de los terrenos quedaba en manos de la Corona, y cuando se otorgaban adjudicaciones, se lo hacía EXIGIENDO MEJORAS EN LA UTILIZACIÓN DE LOS MISMOS. En Canadá, predominaba allí la explotación de MEDIANAS EXTENSIONES personificada en la figura de los farmers, quienes en vastos territorios habían obtenido mayoritariamente sus tierras en forma gratuita y a quienes el ser propietarios les facilitaba el acceso al crédito, haciendo posible la adquisición de maquinarias y el mejoramiento de los campos. Por el contrario la Argentina no logró generar UNA CLASE MEDIA RURAL (salvo ciertas zonas de Santa Fe y Entre Ríos) que ampliase el mercado interno y estimulase el desarrollo regional. Pero además, ello significó, al ser prácticamente la única actividad económica que motorizaba al país, una gran concentración de poder en manos de grandes estancieros, que NO VOLCARON SUS GANANCIAS A LAS NACIENTES ACTIVIDADES INDUSTRIALES O DIRECTAMENTE LAS OBSTACULIZARON Y PROMOVIERON LA MÁS AMPLIA APERTURA COMERCIAL A FIN DE COLOCAR SUS PRODUCTOS AGRÍCOLAS. Esto se diferenciaba de lo que ocurría en los países sajones, donde la política nacional, industrialista, encabezada por el primer ministro MacDonald, en el caso de Canadá, o las PREFERENCIAS OTORGADAS A FIRMAS LOCALES EN LICITACIONES DEL GOBIERNO, particularmente en torno al abastecimiento de materiales para los ferrocarriles y las comunicaciones en general, en Australia, simbolizada por el lema “Sé australiano, compra australiano” con el que se promovía el compre nacional, DENOTABAN UNA ACTITUD MÁS PROTECCIONISTA que incentivó áreas tales como la metalurgia y la producción de maquinarias agrícolas. Estas diferencias contribuyen a comprender las distintas capacidades con que los tres países enfrentaron el proceso de industrialización a partir de la abrupta caída en el comercio exterior que siguió a la crisis del ’30 y, junto con otras circunstancias, tales como la posesión y explotación de riquezas minerales (la Argentina utilizaba una suma importante de sus divisas en la importación de combustibles como el carbón) o la pertenencia al Commonwealth británico, que supuso UN TRATAMIENTO PREFERENCIAL PARA LAS EXPORTACIONES CANADIENSES Y AUSTRALIANAS, permiten dilucidar el supuesto misterio que se escondería detrás de las divergencias en el grado de desarrollo de sus economías nacionales, muy superior, desde esos años, al de nuestro país. El estancamiento que viene sufriendo la Argentina no encuentra sus raíces en el hecho de haberse apartado, en los años ‘30, de una estrategia de inserción fuertemente dependiente de la división internacional de trabajo imperante en el mundo. La causa del estancamiento argentino fue LA AUSENCIA DE UN PROYECTO COHERENTE DE INDUSTRIALIZACIÓN E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA.

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