martes, 19 de julio de 2005

Cooperación y competencia

En los debates populares sobre el éxito de Japón y otras naciones del Este asiático, se ha puesto de relieve la cooperación entre el Estado y las empresas, entre los trabajadores y los empleadores y entre las pequeñas y grandes empresas. A todas luces, se ha exagerado la magnitud de esta cooperación, a la que a veces se alude irónicamente al decir que Japón es una "sociedad anónima". Sin embargo, hay una variedad de instituciones y de prácticas que favorecen la cooperación, y este tipo de cooperación parece tener efectos beneficiosos. Según la "mano invisible" de la competencia perfecta de la que habló Adam Smith la cooperación no sería necesaria, ya que cada individuo al perseguir su propio interés maximiza también el bienestar común. Sin embargo, cuando existen fallas del mercado no siempre la persecución del interés personal conduce a resultados eficientes. Los gobiernos del Este asiático reconocieron que la comunidad de los negocios tenía mejor información que ellos en lo tocante a las decisiones de inversión, pero también que la base global de información podía ser mejorada. La creación de consejos formales e informales brindó a las empresas e industrias rivales una manera de intercambiar información entre sí y con el Estado. Mediante dichos intercambios podía transmitirse mucha más información que siguiendo el formato tradicional de la libre y despiadada competencia. Los beneficios de la cooperación se basan en la percepción de que su rendimiento futuro supera a la ganancia inmediata derivada de la persecución del propio interés. Entre las instituciones y mecanismos que facilitaron la cooperación, cumplieron un papel importante los consejos de empresas, establecidos con el objeto de compartir datos confiables y oportunos. Cabría preguntarse por qué razón las empresas no se "aprovecharon" tratando de obtener la información proporcionada por otros al par que no suministraban ningún dato propio real. La respuesta es, en parte, que se hallaban involucradas en una relación de más largo plazo y la empresa que "engañase" a las otras sería desterrada del círculo. El hecho de que el Estado formara parte de éste era importante: las empresas querían saber qué pensaba hacer el Estado respecto de proyectos específicos o qué cambios de política planeaba introducir. Por más que los instintos cooperativos de una empresa la llevasen por mal camino, el interés propio era un fuerte incentivo. Además, al valorar estos consejos, el Estado aseguraba que los beneficios de la cooperación fuesen aun mayores.

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