Basta de utopias

Las grandes utopías que dominaron el pensamiento del siglo 19 -el comunismo y el ultraliberalismo- tuvieron un elemento común: consagraron al interés individual o a la voluntad colectiva, como el factor fundamental del orden social, sin que resultara mayormente necesaria la existencia del estado. Con la caída del Muro de Berlín se derrumbó la utopía comunista y entonces el neoliberalismo triunfante pretendió constituirse en un orden definitivo, restando todo protagonismo al estado como instancia fundamental de articulación social. A casi dos décadas de su momento de mayor gloria, también el ultraliberalismo está en retirada en casi todas partes y el estado ha regresado. Es que los banqueros advirtieron, una vez más, que EL SISTEMA CAPITALISTA QUE ANIDA EN UNA ECONOMÍA DE MERCADO, GENERA “FALLAS” QUE SÓLO EL ESTADO PUEDE RESOLVER. Estas “fallas” son tales que a menudo ponen en jaque las propias reglas de funcionamiento del capitalismo como sistema económico. El estado tiene reservado un papel fundamental en asegurar la gobernabilidad resolviendo estas fallas. La evidencia histórica, por ejemplo, prueba que el proceso de industrialización ha sido siempre el producto de una política estatal activa que indujo, protegió e hizo crecer la industria y la tecnología. Y no hay ya ninguna duda de que es la industrialización la causa de la riqueza de las naciones.