martes, 24 de mayo de 2005

USA vive del favor Chino

Tal vez la única clase trabajadora a la que está favoreciendo el presidente de la China comunista, Hu Jintao, sea la de Estados Unidos. No me refiero al flujo de productos chinos baratos que mantienen los precios bajos, a pesar de que, en efecto, es una ayuda para el hogar estadounidense promedio. Me refiero a la política de Hu de usar el yuan chino, que se considera generalmente subvaluado, para comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos y con ello mantener bajas las tasas de interés. Estados Unidos está ahogado en deuda. La deuda promedio por hogar se ha elevado a más de 100.000 dólares -de 60.000 dólares en 1990-, aunque el ingreso promedio apenas ha aumentado. Gran parte de esa deuda pertenece a los trabajadores, que toman un préstamo tras otro con sus tarjetas de crédito o que solicitan dudosas hipotecas para asegurarse apenas una fracción del embriagador estilo de vida de una clase alta cada vez más rica. Tal como señaló Bob Davis en un artículo reciente en The Wall Street Journal, la deuda de los hogares estadounidenses que poseen por lo menos una tarjeta de crédito ascendió a 9205 dólares en 2003, un incremento de casi el 25% con respecto a cinco años antes. Este incremento se ha producido mientras la brecha entre ricos y pobres ha seguido ampliándose, y la visibilidad de los codiciados artículos de lujo en la televisión y en Internet no ha cesado de crecer. Algo está muy claro: esta difusión de la deuda es uno de los fenómenos sociales más significativos actualmente en Estados Unidos, que permite a los menos acomodados gastar más de lo que tienen para paliar la sensación de haber sido dejados atrás por los ricos. Mientras las tasas de interés no suban bruscamente, este proceso social seguirá funcionando. Por eso la política de Hu tiene importancia en Main Street. ¿Pero cuál es la política de la deuda? Se podría pensar que los estadounidenses que ven cómo se erosionan sus salarios por la competencia internacional mientras las compensaciones de alto nivel se elevan, y que deben enfrentar resúmenes de tarjetas de crédito cada vez mayores, tenderían a votar por el Partido Demócrata, que tradicionalmente ha representado a los menos favorecidos. Pero no es así. Tal vez el fenómeno político más significativo de las dos últimas décadas en Estados Unidos sea el proceso por el cual la clase trabajadora y la clase media, cuyos ingresos se mantuvieron o disminuyeron, está cada vez más identificada con Dios, con las fuerzas armadas y con el Partido Republicano. Con la notoria excepción de los afroamericanos, los estadounidenses de clase media y baja se han mostrado menos interesados en sus propias finanzas que en el eslogan promovido por los republicanos: religión, familia y libertad. De ese modo, Estados Unidos ofrece hoy la imagen de un país en el que amplias franjas de sus ciudadanos están económicamente a la deriva, endeudándose cada vez más como recurso para paliar el golpe, pero convencidos de que el Partido Demócrata se ha apartado de ellos al adoptar valores -el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la secularización- que resultan inaceptables no sólo a sus ojos, sino también a los ojos de Dios. Con esa visión, no tiene importancia que Bush se dedique todo el tiempo a enmendar las leyes de quiebras para favorecer a las mismas empresas crediticias que ofrecen préstamos impagables. Lo que importa es que Bush es considerado un patriota, un verdadero hombre y, para algunos, un agente de Dios en la Casa Blanca. El éxito que ha tenido este mensaje republicano es notable. Pero no es una novedad que la gente que debe enfrentar dificultades económicas se vuelva hacia Dios, el patriotismo y las fuerzas armadas. El nacionalismo estadounidense militante -que suele considerar débiles a los europeos, charlatanes a los representantes de la ONU e idiotas a los liberales- está inflado por la convicción de rectitud que es común a todos los nacionalismos. Y es probable que sus raíces sociales también sean las mismas. Eso nos lleva nuevamente a Hu. ¿El líder chino podrá hacer lo que los demócratas no consiguieron, es decir, lograr que los estadounidenses se concentren directamente en su situación económica y concluyan que les convendría votar por un partido que defendiera sus intereses? El Tesoro de Estados Unidos, alarmado ante el vertiginoso aumento de las importaciones chinas, y bajo presión de los proteccionistas, ha instado a Hu a revaluar el yuan. Si Hu lo hace, esos bonos del Tesoro pueden resultar menos atractivos porque, con un yuan más fuerte, su valor caería. Si China reduce sus compras de bonos, y otros bancos asiáticos siguen la tendencia, algo es seguro: las tasas de interés subirán y la clase trabajadora, desde Kansas hasta Nebraska, se perjudicará mucho más cuando lleguen los resúmenes de las tarjetas de crédito. Si el daño es lo suficientemente severo, una alternativa política -la del Partido Demócrata- puede resultar más atractiva.

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